RARO SUCESO
RARO SUCESO Yo tenía una huerta en Olivares. Durante varios años, una vez pasados los rigores invernales, preparaba un pedazo para sembrar unos ajos y plantar, entre otras cosas, unos manojos de cebollín. Solían ser unos doscientos dientes de ajo y una cantidad similar de planta de cebolla. Cavaba la tierra con el palote después de haberla abonado con el cucho, básicamente estiércol de vaca, que amablemente me regalaban unos vecinos que tenían cuadra de esos animales. Una vez paloteada la tierra y después de pasados unos días, la desterronaba y hacía unos riegos en condiciones. Los ajos en la parte de arriba de lo trabajado y el cebollín abajo y todos los años recogía, meses después, una razonable cosecha de ajos y cebollas, mayor o menor según vinieran primavera y verano. Y eso ocurría casi todos los años. Excepto uno. Pasó algo muy extraño. El clima fue normal en cuanto a temperatura y lluvias, pero los aj...