INVIERNO

 

INVIERNO

            Hola

Permíteme que me presente, al menos oficialmente, ya que, a pesar de que hemos vivido muchos años juntos, nunca te había hablado. Mejor dicho, nunca te había escrito. Perdona que no me exprese con precisión, pero es que estoy un poco inquieto. Es mi primera vez y, además de la falta de costumbre, me he decidido a manifestarme así ante ti porque no me encuentro bien.

Soy el ente que tu llamas invierno y en otras lenguas de otras maneras, pero siempre refiriéndose a mí. Ya sabes, ese que te visita y te acompaña desde el 21 de diciembre hasta el 21 de marzo. Tres meses todos los años. En realidad, yo trabajo seis meses al año, pero sólo tres contigo, los otros tres me voy al hemisferio sur y me pierdes de vista, aunque, de vez en cuando, tienes noticias de mis actividades por la prensa u otros medios de comunicación.

Últimamente puede que ya no reconozcas mi venida tan claramente como hace unos años. ¿Recuerdas, hace muchos años, cuando durante mi visita anual tenías que abrigarte, ponerte unos buenos zapatos, guantes, bufandas y armarte de paraguas para poder salir a la calle? ¡Qué tiempos! ¿Y la primera vez que viste nevar? Tenías ya diecisiete años y estuviste toda la noche asomado a la ventana como un tonto, para luego, por la mañana, disfrutar de la ciudad pintada de blanco.

Eran otros tiempos. Todos me respetaban y temían mi llegada. He de decirte que ni he sido tan riguroso como entonces se decía, ni tan blandito como se dice ahora. Duro, duro, hace muchos, muchos años. Desde que vosotros, invasores animalillos, habéis llegado y colonizado el planeta, sólo unas pocas veces me he puesto serio, pero hace de eso tanto tiempo que ya no lo recordáis. Tu no habías nacido, ni pensado siquiera estabas, cuando tus antepasados tenían que envolverse en pieles y esconderse en profundas cuevas para esconderse de mí. Y muchos de ellos no me sobrevivían.

Ahora, desde que bajé la guardia y he tratado de ser bueno con vosotros, habéis procreado como conejos y ocupáis casi toda la tierra sólida. En diez mil años pasasteis de ser unos pocos a miles de millones. Ahora te anuncio que esta bonanza no va a seguir así durante mucho más tiempo. Preparaos.

Este descanso que me estoy tomando está próximo a llegar a su fin. Bueno, próximo en mi escala de tiempo, pero te prometo que antes de que transcurran otros diez mil años, recobraré mis energías y volveré por mis fueros. El reino blanco, mi reino, volverá a enseñorearse de las tierras, los mares y los ríos y a todos estos papanatas que ahora lloran por el calentamiento global, se les congelarán las lágrimas y rogarán ayuda para encontrar algo con lo que hacer un buen fuego para calentarse, aunque tengan que quemar madera, carbón, petróleo, gas, combustible nuclear o lo que haga falta.

Con todo esto no quiero asustarte. Es que esta temporada estoy un poco depre, nada más. A ti nada de eso va a afectarte, al menos eso espero, pero hay factores imprevistos que escapan a mi control. A uno de esos locos volcanes puede darle por explotar y hacerme trabajar horas, mejor dicho, meses, extra, o alguno de esos caprichitos solares, con sus manchitas y sus pejigueras. Como ocurrió en la pequeña edad de hielo, que duró unos quinientos años, o el año sin verano cuando explotó el Tambora. Ya tenía yo ganas de contárselo a alguien y avisar de que, tarde o temprano, ¡volveré!

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA ESCUELA

HENNING MANKELL Y OTROS

INDEPENDENCIA. JAVIER CERCAS