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Mostrando entradas de enero, 2019

FRANK S.

Los pocos testigos que habían aportado una descripción medianamente fiable parecían coincidir en los rasgos principales. Correspondía a un hombre corpulento, pero ni atlético ni gordo, de edad mediana, entre unos 40 y 50 años, no demasiado alto, con un caminar algo, como decir, quizás un poco desequilibrado, más bien, algo bamboleante, con las piernas entreabiertas, como si hubiera pasado muchos años embarcado; la vestimenta desenfadada: vaqueros raídos, pesadas botas de monte, un jersey gordo y una gastada cazadora de piel; se tocaba la cabeza con una descolorida gorra de béisbol; el tipo tenía, según algunos, un aspecto hosco, mirada huidiza y unos ojos fríos, húmedos, como de pez. A pesar de todo esto la policía estaba completamente desconcertada. El modus operandi era igual en todos los casos: las fallecidas, todas mujeres solas y mayores de 80 años, habían muerto por aplastamiento de la caja torácica, como si las hubiese abrazado un oso. Ninguna había sido forzada ni present

EL GRANO DE ARENA (EL CRISTAL DE CUARZO )

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Mis primeros recuerdos son de una montaña, rodeado de amigos, de feldespatos, de micas, pegados a mí, unidos íntimamente. Mi familia. Dura. Granítica. Allí el aire era frío y la humedad te calaba hasta los átomos; llegó la primera nevada y el frío aumentó y el hielo nos separó de mama-montaña y nos hizo rodar por su falda hasta llegar a sus pies. Con el deshielo, el líquido elemento bajaba del monte y nos empujó más abajo, donde los golpes de unos contra otros y el ataque del agua fue minando, muy poco a poco, la resistencia de mis amigos feldespatos y micas. Cuando las aguas empezaron a calmarse ya estaba solo, aunque rodeado de otros supervivientes como yo, grises, traslúcidos, cada vez más redondeados y más pequeños. Pasaron días, meses, quizás años y aquel viaje infernal sujeto a los caprichos del agua parecía no tener fin. Un día, al despertar, noté que no me movía; estaba libre, seco, rodeado de hermanos casi gemelos; enormes bestias que aparecían de tarde en tarde, de do

LAS URRACAS

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Vivo en una casa con chimenea en su planta baja. Dado que tiene también una primera planta y un bajocubierta practicable, la altura del tubo de evacuación de la chimenea, que desemboca a la atmósfera ligeramente por encima de la   cumbrera de la vivienda, tiene sus buenos ocho metros en línea recta; está rematada con una especie de sombrerete chino; en su nacimiento tiene la particularidad de que forma dos ángulos de unos cuarenta y cinco grados con el hogar y el tubo ascendente respectivamente. El hogar está cerrado con dos puertas de algún tipo de vidrio termorresistente. Pues bien, ya he rescatado en el hogar varias urracas (también llamadas pegas, nombre latino «pica pica») que,   supongo que inadvertidamente, se cuelan en él bajando todo el tubo y sus codos. Cuando advierto que están ahí (no sé por qué suele ser al atardecer o por la noche –cuando las detecto, no cuando entran-) las atrapo con sumo cuidado para no dañarlas. Suelen estar asustadas, temblorosas, con sus corazo

CASQUERÍA

Mi tío primero las escogía. No era algo al azar. No era la que primero veía, eso no le parecía, digamos, profesional. La primera vez que lo vi actuar ya la tenía atada, bien sujeta con una recia cuerda. De un certero golpe la mató (siempre acertaba a la primera, fruto de la experiencia, supongo), cayó al suelo sin un gemido, con un silencio que me dejó una sensación extraña, no sé, como una cierta decepción, esperaba un poco más de resistencia, de lucha, en fin otra cosa.             Luego vino la parte más excitante; todos hemos visto en películas escenas sangrientas, en muchas ocasiones desagradables hasta el extremo de apartar la vista, pero en vivo y en directo es diferente y aquel día yo estaba dispuesto a no perderme ni un detalle. La colgó del techo, con la cabeza hacia abajo y de un par de tajos la degolló y la abrió en canal. Yo estaba un poco apartado y la vaharada, primero de olor, después de calor, casi me tumba. Era un olor dulzón, espeso, no totalmente desagrada

Manuel Vilas

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Hace un par de días terminé de leer Aire nuestro de Manuel Vilas editado por Alfaguara . Un poco duro y desconcertante al principio; superado eso y metido en harina, se deja leer con comodidad incómoda. Muchas reflexiones inquietantes. Un juego del pasado-presente-futuro en ocasiones desconcertante. Aquí os dejo algunos párrafos y mis comentarios-reflexiones sobre cada tema. Hace un calor brutal en Zaragoza. Es el calor de España, ese calor español es una entidad histórica multiperversa. Vilas piensa que no hay orden en el mundo, sino una aceleración de   la mala voluntad del clima, las arterias de las nubes y la conciencia de que lo real es basura. Ensucio, luego existo (p. 121). Me ahorro comentarios sobre el calor excesivo, pero me encanta la idea de la mala voluntad climática; nos libera de la responsabilidad, aunque nos echa en cara uno de nuestros peores pecados: lo ensuciamos todo. Se fueron a morir a Francia (Goya y Machado) porque en España los odiaban de fo

ROMANCE DE LA MOLINERA

     Creo que ya comenté en una entrada anterior que estoy asistiendo a un entretenido curso de literatura española. Ver los toros desde la barrera después de 38 años de docencia es realmente gratificante y, para desesperación de nuestro joven profesor, los alumnos somos una caterva de jubilosos que no nos cortamos un pelo a la hora de comentar, reír o, en ocasiones, discutir sus enseñanzas.       El trimestre pasado, después de tratar el tema, nos propuso intentar hacer un romance. A estas alturas de la temporada, ya casi perdida totalmente la vergüenza, osé hacer algo y ahora, más mayor y aún con menos pudor, oso publicarlo. Mil perdones. Camina la molinera Camino al molino iba Caminaba por la senda Camina que te camina. La esperaba el molinero, Ganas de comer tenía Y aunque tenía pitanza Ni calentarla quería. Tardaba la molinera, El hombre se consumía, Hambriento y desesperado, Maldiciendo a su María, Cogió un chorizo curado Que estaba co

El sueño eterno

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     Ayer por la noche me reconcilié con Humprey Bogart. Desde la entrada sobre El halcón maltés me había quedado un regusto amargo en la boca, mejor más bien en el fondo de la garganta.      Ayer volví a ver El sueño eterno,  maravillosa película rodada por Howard Hawks en 1945, basada en la primera de las novelas de Raymond Chandler,  publicada con ese mismo título en 1939.      Aquí Humphrey sí es la imagen del detective P hilip Marlow , duro, cínico y caballero andante, no ese Sam Spade que interpretaba en El Halcón... , un, al menos para mí, triste remedo del verdadero personaje creado por Dashiell Hammet , que comparte con Marlow su ácida personalidad.      Para los que no hayáis visto la película o leído la novela: no sabéis lo que os estáis perdiendo, no solo por la historia, los diálogos, las imágenes o el  Bogart más puro de Casablanca , La reina de África o Cayo Largo , es que además la protagonista es una maravillosa Lauren Bacall, su esposa por aquél entonc

LOS BUZONES

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Todos los días miraba el buzón físico esperando encontrar una carta, un papel, algo que le dijese que alguien en el mundo se ha acordado de él y le ha dado trabajo al cartero. Casi siempre estaba vacío. En estos electrónicos tiempos está prácticamente en desuso tomar recado de escribir, sentarse a la mesa y escribir unas letras. Normalmente ese acordarse era de la compañía de la luz, del gas o del agua, del banco, de algún organismo oficial por trámites cualesquiera y, sí, propaganda variopinta. Pero aun así, eso ¿Qué podía representar? ¿una carta o propaganda cada semana?, ¿cada quince días?, muy poquito. Seguía mandando postales de navidad a sus deudos, a muchos de ellos. Todavía hace unos pocos años si enviaba unas doce, recibía otras tantas, más bien algunas menos. Ahora los años buenos llegaban dos o tres. La deshumanizada tecnología sustituyó el suave tacto del papel, esa dulce inquietud de rasgar el sobre, ver la cuartilla, la tarjeta, reconocer la letra y leer una fra

EL PAVO REAL

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     Los pavos reales son una aberración zoológica; animales odiosos de los cuales muchos viven en semicautividad en parques y jardines tratando de asustarnos con sus horrísonos gritos, ocupando con sus horteras colas desplegadas un espacio que no les corresponde.    Se pavonean, ¿nunca habéis usado u oído esa expresión?, pues eso, se chulean, se exhiben, se hacen el gallito, no solo con la finalidad de atraer a sus hembras como en otras especies, sino ante cualquiera, sin motivo, por puro coqueteo, impúdicos.    Esa minicabeza coronada, sobre un cuello azul-verdoso irisado y estirado hacia el cielo; su cuerpo rechoncho, más discreto, sobre dos patas tetradáctilas justas, flanqueado por dos alas escasas que les permiten cortos vuelos, acordes a sus cortas ideas y, para rematarlo, la cola, ya desproporcionada en reposo, escoba de los suelos en su extremo que recoge todo tipo de detritus, formada por plumas exageradas, infinitas, tachonadas de escudos discontinuos multicolores,

El halcón maltés

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     Hace un par de días volvía a ver El halcón maltés, película basada en una novela de Dashiell Hammett  del mismo título. Una versión realizada en blanco y negro por John Ford  en 1941, en la que el papel del detective  Sam Spade está protagonizado por Humphrey Bogart.  Vovió a gustarme casi tanto como la novela (soy un adorador de Dashiell Hammett, de su Agente de la Continental, La llave de cristal,  El hombre delgado, etc, etc ).       Debo ser que me voy volviendo más tiquismiquis con los años (más "repunante" en el sentido en que aplicamos  en Asturias ese término), pero no me terminó de convencer la actuación de Bogart; en ocasiones me pareció sobreactuado y en otras demasiado, no se muy bien como definirlo, demasiado meloso. Soy consciente del grave problema que para eso representa el tema del doblaje de las películas y es posible que los diálogos originales en inglés no contengan esos defectos, En fin, que no me llenó.       El final difiere, para

EL DIARIO

         La rutina es uno de los rasgos ancestrales de nuestra anterior etapa más animal, o al menos eso creo; la rutina y algunos otros instintos básicos que nos igualan a los animales ahora; ¿quién no se resguarda cuando hace frío o llueve?, o ¿quién no trata de comer y beber cuando el hambre y la sed apremian? Y no digamos nada del instinto de conservación de la vida o el de procreación (si, el sexo y su éxtasis de placer breve no son más que una atávica reacción al deseo de que la especie se perpetúe). Bueno quizá eso podría desarrollarse un poco más con la entronización actual del placer, con el sexo homosexual y otras variantes, pero eso no lo desvía de su mayoritaria finalidad. Dejémoslo. En realidad de lo que quería hablar era de la rutina, pero el cerebro nos desvía con una facilidad que espanta (otra vez, ¿a qué viene esto del cerebro?). Vamos con la rutina y la soledad que en muchas ocasiones ocasiona. Él vive en una vivienda unifamiliar pareada; después de sus

No, mamá, no

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Ayer empecé a leer un curioso (por inquietante) librito de Verity Bargate (Exeter 1940 - Londres 1981): No, mamá, no.  Digo lo de librito por su tamaña físico: menor que un A5, 170 páginas y un tamaño de letra razonable. En la página 122 Jodie, la protagonista, reflexiona "...muchas veces es un error volver al lugar donde una ha sido feliz..."  La frase me sonó, y empecé a darle vueltas al disco duro cerebral, hasta que, de pronto, me acordé de una canción de Joaquín Sabina  en la que una de las estrofas rezaba así:  En comala comprendí que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver Busque en san google y confirmé que pertenece a la canción Peces de ciudad   de ese autor junto a Pancho Varona . El libro fue publicado en 1978. La canción en 2002. No sé si los autores habían leído el libro o no, pero no importa. Es una curiosa reflexión. Yo creo que realmente nadie vuelve jamás al lugar donde ha sido feliz; a aquellos otros donde