LA MINA


Tu pelo azabache desparramándose por la colina broncínea de tus hombros,  enmarcando la superficie irregular de un rostro tachonado por las almendras de tus ojos negros y el profundo túnel de la boca abierta, pensando, cual  Saturno enloquecido, devorar a los hijos que se atreven a penetrar en ella.

Después, siempre hacia abajo, resbalando por suaves curvas hacia lo profundo, caminando por las galerías de los abiertos brazos torneados que se agarran a las profundidades con dedos y uñas de seda acerada; pasando por simas, cámaras y pilares, hasta llegar a esos pasadizos troncocónicos, verticales, extremas las piernas, descansando en pies apoyados e imbricados en rocosos volúmenes templados en el cálido descenso.

Hermosa mina, sos la mina más hermosa.

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