Manuel Vilas
Hace
un par de días terminé de leer Aire
nuestro de Manuel Vilas editado
por Alfaguara. Un poco duro y
desconcertante al principio; superado eso y metido en harina, se deja leer con
comodidad incómoda. Muchas reflexiones inquietantes. Un juego del pasado-presente-futuro
en ocasiones desconcertante. Aquí os dejo algunos párrafos y mis
comentarios-reflexiones sobre cada tema.
Hace
un calor brutal en Zaragoza. Es el calor de España, ese calor español es una
entidad histórica multiperversa. Vilas piensa que no hay orden en el mundo,
sino una aceleración de la mala voluntad
del clima, las arterias de las nubes y la conciencia de que lo real es basura.
Ensucio, luego existo (p. 121).
Me
ahorro comentarios sobre el calor excesivo, pero me encanta la idea de la mala
voluntad climática; nos libera de la responsabilidad, aunque nos echa en cara
uno de nuestros peores pecados: lo ensuciamos todo.
Se
fueron a morir a Francia (Goya y Machado) porque en España los odiaban de forma
personal. Los odiaban con excitación creciente. Los odiaban con convencimiento.
Los odiaban con razones de fuste…Se odia mucho en España…Pasados los años
–muchos años después- otros españoles transforman ese odio en admiración, o
algo así…No tiene sentido odiar a los muertos, sí a los vivos…Se odia como
respira, con naturalidad…Quizá el odio sea el único antídoto que nos libra de
la ficción. Quizá cuando el universo se decantó por la materia en vez de la
antimateria lo hizo por odio (p.192).
Pues sí, supongo que es nuestra visceralidad latina, pero
ese odio interno que reconcome y no nos deja pensar con ecuanimidad se trasluce en esas respuestas intempestivas, en
comentarios mordaces. Como cuando Pablo Iglesias soltó lo de la cal en el Congreso.
En
el año 1981 el mundo sufrió la invasión de un agente psicológico
extraterrestre. Este agente, llamado Hércules, detuvo el pensamiento humano.
Detuvo el acto de pensar y lo sustituyó por el acto de existir…Unos 10 años le
costó a Hércules detener el pensamiento y sustituirlo por la existencia (p.
219).
Yo
creo que no se llamó Hércules, sino Mickey Mouse, empezó antes (en 1928) y
deshumanizó a la humanidad, bestializándola o, al revés, desbestializó a las bestias,
humanizándolas, no estoy seguro. Posiblemente las dos cosas. Walt Disney, que
daño has hecho al género Homo.
La
felicidad de las gentes sencillas no es un problema político, hijo mío. Ya sé
que el mito de llegar a ser alguien sigue activo en España y que ese mito da
contenido al tiempo de las vidas de la gente. Y que fuera de ese mito no hay
consistencia. Sin ese mito, todo sería ficción. La felicidad de las gentes
sencillas sí es un problema político, hijo mío. Ya lo creo que lo es (p. 253).
Todos queremos ser alguien. Necesitamos ser alguien. En eso
nos diferenciamos de algunos animales. La meta no es una, son un montón, casi
una para cada persona. La utopía de la felicidad es el mito universal. Por
supuesto, esa felicidad de las gentes sencillas, de la inmensa mayoría de
nosotros, es el primer problema que los dirigentes (del tipo que sean) generalmente olvidan. Lo peor es que
algunos necesitan ser algo para ser alguien. Caiga quien caiga.
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