ROMANCE DE LA MOLINERA

    Creo que ya comenté en una entrada anterior que estoy asistiendo a un entretenido curso de literatura española. Ver los toros desde la barrera después de 38 años de docencia es realmente gratificante y, para desesperación de nuestro joven profesor, los alumnos somos una caterva de jubilosos que no nos cortamos un pelo a la hora de comentar, reír o, en ocasiones, discutir sus enseñanzas. 


     El trimestre pasado, después de tratar el tema, nos propuso intentar hacer un romance. A estas alturas de la temporada, ya casi perdida totalmente la vergüenza, osé hacer algo y ahora, más mayor y aún con menos pudor, oso publicarlo. Mil perdones.


Camina la molinera
Camino al molino iba
Caminaba por la senda
Camina que te camina.
La esperaba el molinero,
Ganas de comer tenía
Y aunque tenía pitanza
Ni calentarla quería.
Tardaba la molinera,
El hombre se consumía,
Hambriento y desesperado,
Maldiciendo a su María,
Cogió un chorizo curado
Que estaba colgado arriba.
Y regolo con buen vino,
Que a gloría pura sabía.
 En esto llegó cantando
al molino la su prima,
asustose el molinero,
perdido el sentido había,
cayó tieso como un fardo
entre los sacos de harina.
Arrebalgose la moza
Pusose toda ella encima,
disfrutaba el molinero
De ser tan fiel caballería.
En esto llegó al molino
La molinera, encendida
de tan larga caminata,
de tan larga travesía.
De tan oscuro que estaba
Cosa ninguna veía,
Pero oía los gemidos
Que de una esquina salían.
Cuando sus ojos pudieron
Mirando quedó a la esquina
¡maldito sea el molinero!
¡maldita sea su prima!
Allí los matos a los dos
Y allí empezó su desdicha.
Prendiéronla los civiles
Y encerráronla por vida
Sola, al cielo lo miraba
Por una estrecha rendija
Do posaba un pajarillo
al que libertad envidia
Venía siempre a las siete
Traía las alas frías,
Ella se las calentaba
Colmándole de caricias
Y mientras tanto, en susurros
Le contaba sus desdichas
Tan quedo que el pajarillo
Alguna lágrima perdía.
Contóselo al carcelero
Con quien después de ella iba,
hombre de buen corazón
hijo de estirpe sencilla
nobles eran los sus padres
noble era él, sin mancilla
y por no dar más castigo
sacola de esa celdita
hízole buenos presentes
consolola de sus cuitas.
Cuando se hubo recuperado
Paseola por la villa,
Volviéronle los colores
a arrebolar sus mejillas.
Vistiola con ricas sedas
Animola con porfía
Y en uno de sus paseos
con una grande sortija
Dijole que se casaran
Y le alegrase la vida,
si, dijo la molinera
y allí empezó su gran dicha.






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