Andrea Camilleri



En nuestro club de lectura de este mes estamos con el muy prolífico Andrea Camilleri, en una de sus narraciones sobre el comisario Salvo Montalbano (al que llamó así en homenaje a Manuel Vázquez Montalbán).

                El libro escogido es La excursión a Tindari, uno más en la serie del comisario siciliano, pero no hablaré, perdón, escribiré, sobre él. Ya hace bastantes años que descubrí a este escritor y tengo buena parte de sus novelas, no todas claro, aunque creo que si todas las de la serie de Montalbano; entre éstas y otros títulos de temas de lo más variopinto, lleva ya del orden de 60 libros publicados, a pesar de que empezó relativamente tarde, con más de 50 años, 53 para ser exactos (nació en 1925, publicó su primer libro en 1978 y, que yo sepa, el año pasado publicó al menos uno más, ya con 91 añitos cumplidos.

Digo lo de temas variopintos porque abarca, además de las deliciosas novelas policiacas de Montalbano, otros títulos como, por ejemplo, El color del sol (2009, sobre la vida de Caravaggio), La pensión Eva (2006, en el ambiente prebélico de los años treinta), La captura de Macaré (2003, en la Italia fascista) o la reciente No me toques (2017, sobre la desaparición de una historiadora); fue premio de novela negra RBA en 2008 con La muerte de Amalia Sacerdote. Todos los que he citado (y leído) así como algunos más, tienen algunas características comunes: no son libros extensos, la mayoría desde unas cien a doscientas páginas, fáciles de leer con una prosa fácil y, por ello, de digestión generalmente ligera.

Y aquí quería llegar, al tema de las digestiones. Montalbano es un tragón. De hecho como consecuencia de sus atracones recurre a largos paseos por el puerto de la imaginaria Vigàta, donde trascurren sus andanzas, para lograr digerirlas. Creo que en todas sus historias al menos una vez recala en la trattoria San Calogero, donde da buena cuenta de opíparas comidas a base de pasta, pescados, frutos de la mar, comidas tan abundantes que yo soy incapaz de imaginar cómo pueden entrar en un estómago humano. Por si fuera poco, su fiel criada Adelina, excelente cocinera, llena su nevera con manjares típicos sicilianos que provocan pantagruélicas cenas en el domicilio de Montalbano. No es Montalbano cocinero, a diferencia de su padre espiritual (Vázquez Montalbán) ni su alter ego Pepe Carvalho, solo disfruta comiendo bien y en grandes cantidades cuando se da ese supuesto.

Que aproveche a quién se acerque a él.


Comentarios

Entradas populares de este blog

LA ESCUELA

HENNING MANKELL Y OTROS

EL PAVO REAL