MONSTRUOS
I
Los ojos muy apretados. Las
mantas subidas hasta tapar la cabeza, con los puños agarrándolas para que nada
las pueda bajar. La letanía repitiéndose una y otra vez en la cabeza: los
monstruos no existen, los monstruos no existen, los monstruos no existen.
Entonces, ¿Qué son esos ojos llameantes que me miran desde la oscuridad del fondo del armario?
Entonces, ¿Qué son esos ojos llameantes que me miran desde la oscuridad del fondo del armario?
II
Al principio pensé que eran
solo sonidos provocados por el viento, por el crujir de las ramas de los
árboles del jardín y su golpeteo en los cristales. Después el sonido se hizo
más nítido, más claro y, a la vez, más inquietante. No cabía duda: algo o
alguien estaba golpeando la puerta.
Siempre que Juan se retrasa dejo las luces de la entrada
encendidas y una lámpara, la del descansillo de la escalera, pero hoy, con la
tormenta, se había cortado la luz.
Haciendo acopio de todo mi valor, cogí la linterna, bajé
las escaleras, entreabrí muy despacio la puerta, miré hacia la oscuridad con la
temblorosa luz de la linternita y allí estaba aquello.
Comentarios
Publicar un comentario