MAR DE CAFÉ



Los malentendidos pueden ocasionar tremendos problemas. Una frase pronunciada por una persona, oída por diferentes individuos, en el mismo instante, en el mismo lugar, puede hacer que cada uno llegue a distintas conclusiones. Más aún si luego es redifundida fuera de contexto o con intención malévola.

Ahora, ya casi agonizante este siglo XIX, casi cincuenta años después, tras tantos ataques difamatorios, tras haber sufrido en resignado silencio burlas e infamias, creo llegada la hora de tratar de explicarlo a los que neciamente persisten en el error.

No soy culpable de las expediciones para explorar el país. Ni soy responsable de las muertes que esas expediciones acarrearon, ni de las fortunas dilapidadas en los sucesivos intentos. Yo nunca difundí ni apoyé esa fabulosa leyenda, falsa a todas luces, ni tengo la culpa de que algunos de mis oyentes, entiendo que no escuchantes, no hubiesen sabido interpretar una sencilla metáfora.


Yo jamás dije que Colombia tenía un mar de café, sino que Colombia tenía la mar de café.

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