Bucle
El
descubrimiento del viaje en el tiempo había sido un puro azar, un resultado
inesperado de una investigación encaminada a enviar energía sin necesidad de un
soporte físico. El laboratorio estaba aislado y su existencia era un secreto
que muy pocos conocían; situado lejos de cualquier núcleo habitado por el
potencial peligro que suponía que las enormes fuerzas con las que se trabajaba
pudiesen “escapar” al control.
Conscientes
de los peligros, comprobaron una y otra vez las ecuaciones y construyeron un
dispositivo que les permitiría viajar, de momento, un máximo de 2000 años al
pasado. Estaban razonablemente seguros de que en ese tiempo no sufrirían
cataclismos geológicos que los hiciesen materializarse en medio de una montaña
o en el fondo del mar. Los viajes al futuro suponían un riesgo mucho mayor, así
que de momento quedaban aparcados.
Por
fin llegó el día de la prueba. Decidieron que irían tres personas con el fin de
poder ayudarse si algo iba mal y, aunque no era necesario más que uno, cada uno
de ellos llevaría el dispositivo que, en caso necesario, podría hacerles
regresar a los tres.
Eligieron
un corto viaje de cinco minutos a la fecha del uno de enero de mil novecientos
como primera estación. Salieron al exterior y ante los expectantes ojos de sus
colegas desaparecieron; a los cinco minutos exactos aparecieron y todos
empezaron a aplaudir; desaparecieron otra vez y a los cinco minutos exactos
volvieron a aparecer y todos empezaron a aplaudir; desaparecieron otra vez y a
los cinco minutos exactos volvieron a aparecer y todos empezaron a aplaudir;
desaparecieron otra vez y a los cinco minutos exactos volvieron a aparecer y
todos empezaron a aplaudir…
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