ARAMBURU. PATRIA




            Una de mis lecturas veraniegas fue Patria, de Fernando Aramburu. Me costó. Por varios motivos. Uno ya os lo comenté en una entrada anterior: cada vez me aborrece más ponerme con esas novelas-río, hipertrofiadas de páginas, muchas de ellas, en mi opinión, innecesarias por aportar poco o nada a la historia y que carecen de esa prosa sabrosa que deleita el paladar lector; otro los malos humores que me produjo la historia en sí que, no por desconocida, te hace renegar de toda esa cantidad de vascos que se callaron ante los asesinatos y las atrocidades de ETA (cosa que hasta cierto punto puedo disculpar: el miedo lo sufre cada uno a su modo y reacciona ante él como puede o sabe y no como quiere), pero lo que encuentro terrible es el ninguneo, el aislamiento y en ocasiones el desprecio a las víctimas y a sus familias por parte de sus anteriormente mal llamados amigos y vecinos. De los etarras no merecen ni comentario.

            Entiendo la terquedad devenida de una ignorancia analfabeta de Miren y de su hijo asesino Joxe Mari, personajes que posiblemente representen a una parte de ETA y sus palmeros, aunque, visto lo visto en la actualidad, no estoy muy seguro de que se pueda seguir siendo tan terco como para seguir dando palmas en homenajes a los criminales que van saliendo de la cárcel si no se es, al menos mentalmente, como ellos. 

          Me enfadó volver a constatar el papel relevante, para mal, que buena parte de la iglesia católica vasca tuvo en el nacimiento de ETA y en su sostenimiento; el personaje del cura del pueblo, en ese sentido, no tiene desperdicio.

            Por último un acabar de emociones encontradas; por una parte el final feliz, o más o menos feliz; entiendo el deseo del autor de dar una cucharada final de reconciliación (aunque yo prefiera decir de asunción de la culpa y petición de perdón por los culpables) para quitar el mal sabor de boca; el problema es esa panda de cenutrios que todavía no se han enterado de quienes fueron (son) los malos y quienes son los buenos. Por otra las ganas de darles unos buenos azotes a muchos de los protagonistas secundarios.

            Siempre he tenido para mí que todos los nacionalismos son xenófobos y clasistas en origen y fascistas en su desarrollo (o al menos devienen en ello) por más que se disfracen de pacifistas, demócratas y burgueses. Antes pasó con parte de los vascos; ahora parece que muchos catalanes o no se enteran o no han aprendido nada.

            Perdón por el desahogo, pero necesitaba este digestivo para quitarme el mal cuerpo.

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