EL AGENTE SECRETO. JOSEPH CONRAD
EL
AGENTE SECRETO. JOSEPH CONRAD
Cosas del
subconsciente. Termino de leer una historia de agentes secretos (Tomás Nevinson de Javier Marías) y, sin
ser consciente de ello, rebusco por los libros de las estanterías y me decido
por Joseph Conrad y su Agente secreto. Y eso que procuro
cambiar de tema, pero esta vez no fue así. Esta vez el criterio de búsqueda fue
el grosor. No quería otro tomazo de más de 500 páginas, así que empecé a mirar
libros más delgaditos. 335 tiene mi ejemplar de El agente secreto y era, además, uno de los libros que tenía en mi
lista de lecturas obligatorias pendientes desde años ha.
Publicado
a principios del siglo XX se desarrolla en los últimos años del XIX, en el Londres
de la revolución industrial. Parece, por lo que Conrad dice en el prólogo de la
edición, que no tuvo muy buena acogida y que “algunas críticas surgían de la suciedad moral y sordidez del relato”.
Tal parece que el tema de los “ofendiditos” no es vicio de la pacatería que nos
invade, aunque el mismo Conrad se justifica (no tenía por qué, en mi modesta
opinión) diciendo que “no había intención
perversa ni desdén secreto hacia la sensibilidad natural de los hombres en el
fondo de mis impulsos”. Que tristeza que un creador tenga que disculparse
ante tantos tristes de corazón e hipersensibles de espíritu que por estos mundos
pululan. Los ofendiditos, plaga que coarta la libertad de creación de tantos
artistas en aras de sus casi siempre irracionales creencias y que tanto daño
está haciendo, hasta el punto que muchos creadores se autocensuran “no vaya a
ser que…”. La estupidez de lo políticamente correcto ha alcanzado límites
insospechados. Tengo para mí que escritos, programas o actos que veíamos “normales”
en los años 80 del pasado siglo, serían ahora poco menos que “heréticos” para
toda esa caterva de estúpidos. En fin, lo dejo que me caliento.
Sigo
con el prólogo. Dice Conrad: mientras
escribía el libro, hubo momentos en los que yo era un total revolucionario…y no
digo esto por alarde. Simplemente atiendo mi negocio. Con el material de todos
mis libros siempre he atendido mi negocio”. Un profesional de la escritura
después de una vida bastante aventurera (que, evidentemente, no contaré aquí;
no toca; los interesados acudan a san google o a otras fuentes). Esta
afirmación anterior se traduce en reflexiones que pone en boca de alguno de los
protagonistas. Un par de botones de muestra.
El robo no era un absurdo total. Era una
forma de laboriosidad humana, perversa por cierto, pero, con todo, una
industriosidad ejercida en un mundo industrioso.
¿No
sabes para qué sirve la policía Stevie? Están ahí para que ninguno de los que
nada tienen pueda sacarle cosas a los que tienen.
¿Qué?
¿Ni siquiera si tiene hambre?
Ni siquiera en ese caso.
Me
gustaría leer las reflexiones que se haría Conrad de lo que acontece en este
enloquecido siglo XXI. Comida sabrosa, de masticación lenta, con regusto añejo.
Todo un clásico.
A mí también me gustaría saber la opinión de Conrad sobre este mundo que nos ha tocado vivir. Seguro que sería jugosa y no muy optimista. Sobre cosas que no llegó a conocer en su momento no sé qué es lo que opinaría ahora, pero me atrevo a decir que los "ofendiditos" no serían de su agrado precisamente. (Cuando su novela "The Nigger of The Narcissus" se iba a publicar en Estados Unidos en 1927 los editores de allí le propusieron cambiar el título, pues la palabra "nigger" se consideraba ofensiva en aquel país. Conrad protestó pero finalmente aceptó cambiar el título por otro, "ridículamente suave", "Children of The Sea". En posteriores ediciones americanas, sin embargo, se recuperó el título original).
ResponderEliminarSaludos.