BLACK STORY II





Tengo, en primer lugar, que reconocer que estoy realmente abrumado. He recibido miles de escritos solicitándome una aclaración sobre el caso del matrimonio Burned-Horn (entrada Black Story) y todo ello a pesar de que, según el registro de mi blog, solo lo han leído tres personas. Misterio que realmente no tengo gana de resolver, ni siquiera de pensar en él.

            Voy pues a ello, aunque quiero dejar constancia de que no tenía pensado que la historia tuviese continuación alguna, era un simple ejercicio de cuento policiaco, así que quizás debí titularlo Black Tale. Aclaremos para empezar la realidad de algunos personajes. Lou Wolf es un auténtico gilipollas  de más que dudosa catadura moral, fuma cigarrillos sin filtro, que actualmente son realmente difíciles de encontrar, bebe demasiado alcohol de alta graduación, lo que le hace tener una percepción confusa de la realidad, y no tiene ningún escrúpulo en quedarse con el dinero de ancianitas.

            Rick, el del bar, es un fracasado que después de cerrar el maravilloso casinopianobar de copas que tenía en Casablanca tuvo que abrir el tugurio que ahora regenta; además sufre de narcolepsia, lo que le hace quedarse de vez en cuando dormido en la barra; por cierto, a su local no acuden a diario más de tres o cuatro borrachos que suelen quedarse dormidos en las mesas a la segunda copa.

            La supuesta señora Smith (en realidad Burned-Horn)  tenía, a la hora de su muerte, ochenta y siete años, una bronquitis aguda, estaba afectada de una artrosis galopante que le hacía caminar renqueante y semidoblada y, aunque estaba relativamente bien conservada para su edad, el aspecto que Lou describe en el capítulo anterior, no tiene nada que ver con la realidad.

            Frederick Burned-Horn había sido juez del tribunal supremo hasta que, afectado de una demencia senil en estado avanzado, fue jubilado, hace de esto  ya diez años. Sí es cierto el titular del periódico sobre el supuesto crimen suicidio. La cruda realidad es que la señora Burned-Horn contrató a Wolf para que los matase a ella y a su marido, dado el deterioro que ambos padecían, el uno psíquico y ella somático, pero de manera que pareciese un doble suicidio. Ni que decir tiene que el chapucero de Wolf ni siquiera pudo ser capaz de que la escena resultase convincente, de ahí los titulares.

            Por cierto, el pago del trabajito fueron doscientos dólares y dos botellas de whisky peleón, aunque en la confusa cabeza de nuestro aguerrido detective la cifra pareciera tener un cero más. Con esto creo haber aclarado las dudas que los lectores hayan podido tener, dudas que, por lo que a mí respecta, no entiendo en absoluto.

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