LA RUBIA DE OJOS NEGROS
Hace unos cincos años, cuando la novela fue publicada en
español, disfrute de La rubia de ojos
negros de mi admirado Benjamin Black/John Banville, trasmutado en este caso
en Raymond Chandler (por encargo de los herederos de éste según reza en la
contraportada) para resucitar a Philip Marlowe, el antihéroe-cínico detective
protagonista de varias de sus historias.
Este mes he vuelto a disfrutar de La rubia… (literariamente se sobreentiende, aunque la imaginación
ya se sabe que es muy traviesa y casi siempre va a su aire) libro del mes del
animoso club de lectura de Olivares del que formo parte. Otra vez, un placer;
ya se sabe: el que nace lechón muere cochino, y las querencias adquiridas a
edad temprana se encallecen y son muy difíciles de eliminar (si se quisiera, que no es el caso).
Unas pocas frases escogidas (no puedo reproducir todo el libro, esta penado):
- Delante
de la puerta dormía un gato atigrado que abrió un ojo, me miró y a continuación
se levantó despacio y se marchó sin ruido, moviendo el rabo perezosamente. ¿Qué
saben los gatos de nosotros para que nos desprecien de semejante manera?
- Casarse
por segunda vez con la misma persona parecía una buena descripción de un
problema doble.
- Tengo
principios. No son muy elevados, no son muy nobles, pero tampoco están a la venta.
- Era
una noche clara y fresca; una inmensa estrella brillaba en el horizonte
lanzando una larga daga de luz al corazón de las colinas de Hollywood.
Esta
última reconozco que no es apta para los enganchados a la insulina, pero los
duros detectives también tienen su corazoncito.
Gracias
Banville-Black, hasta siempre Chandler.
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