VIDA Y MILAGROS DE PATRICIO SOUSA (Capítulo II)
VIDA Y MILAGROS DE PATRICIO SOUSA
Capítulo II. Estudios y
acceso al mundo laboral.
El
mozo no mostró afición alguna por el aprendizaje, bien por la diferencia de
aspecto con sus condiscípulos, bien porque de natural era bastante lerdo.
Jubilado el tío profesor tras casi veinte años de sufrir el escarnio verbal
(bienintencionado, por supuesto) de sus colegas por el fenomenal sobrino, el
centro decidió entregarle como regalo jubilar, además del consabido diploma de
agradecimiento y una insignia conmemorativa (manufacturada en fino latón
policromado) de la institución, el certificado de estudios básicos de su
sobrino, con lo que también se deshacían de él. El certificado contenía además
la acreditación para trabajar como tenedor de libros, única de las habilidades
en las que Patricio, a lo largo de esos veinte años, había mostrado una cierta
pericia.
Así
que a la edad de treinta y ocho años, dos menos de los que sus padres tenían en
esos momentos, volvió Patricio a su casa, orgulloso de sus conocimientos y
dispuesto a acceder al mercado laboral con su flamante título. No sabiendo muy
bien qué hacer con él, Cristiano Preto y Constancia Sousa (que así se llamaban
sus progenitores) volvieron a convocar cónclave familiar (formaban una extensa
familia dispersa por ambas veredas del rio Duero entre Bragança y Porto) para
buscarle trabajo y acomodo en algún lugar fuera de Vilarreal donde ellos vivían
(más que nada por no dar más que decir). Uno de los primos, comerciante de
ultramarinos en Porto, dio en resolver quedarse con él para que le llevase las
cuentas de su negocio, ya que parecía que ese trabajo podría desempeñarlo (eso
sí, con la ayuda del contable que ya tenía) fijando para ello un estipendio que
consistiría en casa, comida, vestimenta y una pequeña cantidad en efectivo que
permitiese al ya gentilhombre disfrutar de una cierta vida social sin
apreturas, pero sin lujos.
Vióse
de esta manera Patricio Sousa (al ser éste, el apellido materno, el que en
Portugal llevan los descendientes, -bien pensado por otra parte ya que no deja lugar a duda alguna-) trasladado y
residenciado en Porto, en un muy claro bajo cubierta, antes llamado buhardilla,
sita en la cuarta y última planta del edificio donde vivían sus familiares y en
el que además tenían su negocio; constaba de una única y amplia estancia de
unos quince metros cuadrados dotada de cama individual, mesilla de noche,
armario ropero con espejo central, mesa de estudio con dos sillas, una pequeña
mesa auxiliar donde reposaba un televisor penúltimo modelo en su momento y un
infernillo de camping gas para aviar alguna comida simple, y un sofá de dos
plazas convertible también en cama; en una de las esquinas no abuhardilladas
lucía un lavabo con grifo de agua fría para las abluciones básicas, usable como
mingitorio en caso de extrema necesidad; completaban el lugar un flexo sobre la
mesilla, una potente bombilla de 40 vatios colgada del techo y media docena de
libros en una pequeña estantería desportillada ubicada en la parte más baja de
la habitación-salón; durante el día gozaba de una gran luminosidad suministrada
por un lucernario practicable de un metro cuadrado con magníficas vistas al
historiado tejado de pizarra del edificio situado al otro lado de la calle.
Para su higiene y necesidades disponía (demás del citado lavamanos) de un aseo
con plato de ducha, retrete y lavabo situado en el descansillo que daba acceso
a las escaleras descendentes (o ascendentes, según donde uno se hallare
situado) en el que estaba también la puerta de acceso a su residencia.
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