LAS ISLAS EXTRAORDINARIAS. Gonzalo Torrente Ballester.
El otro día
encontré por entre mis libros uno pequeñito (formato como de un tercio de
A4, con 168 páginas de un tipo de letra
de esos que, a día de hoy, uno agradece un montón: apenas treinta líneas por
página y seis o siete palabras por línea) disimulado entre otros más gruesos.
Ni me acordaba de su existencia, ni lo había leído, ni sabía cuánto llevaba
allí el pobre. Era el que ahora da título a esta entrada.
Animado por el
autor, la extensión y la promesa de la portada de que se trataba de “Una fantasía burlona…“ (ese subtítulo
que podéis leer en la imagen adjunta) me lancé a por él. Por su extensión dio
para dos cortas, pero sabrosas,
sesiones.
No sabía yo de
las veleidades falangistas del autor durante la guerra civil española, que,
según su biografía del Instituto Cervantes, todavía se muestran en sus primeros
libros (este es de 1991, en principio bastante alejado de esas fechas). No estoy yo muy seguro de si algunos rescoldos le quedaron de esos
inicios, lo digo más que nada por algunas de las frases sacadas de este librito y que más abajo transcribo, aunque, desde luego, van al pelo con la temática del
libro y con algunos personajes que por él desfilan.
En todo caso,
plato ligero de fácil deglución y, teniendo el sentido común en prevengan para
leerse el discurso del ideólogo del régimen (el doctor Martín, profesor y
decano perpetuo de la Facultad de Ciencias políticas) que manifiesta el ideario por el que se rigen
en el país. Ahí van:
La tesis de la igualdad de los hombres es el
arma de los mediocres para triunfar en el mundo y en la sociedad.
Para defenderse, muchos intelectuales, sin
puesto en la realidad, intentan perdurar adhiriéndose a las tesis igualitarias.
El feudalismo intentó conciliar la igualdad
con la diferencia y fracasó. Al final ganaron los ricos, porque igualdad y
riqueza no pueden conciliarse.
Comprendo que una de las cosas más difíciles
de aceptar es la práctica de la muerte preventiva, derecho de la sociedad a
suprimir a aquellos de sus miembros que por alguna razón son peligrosos. Esta
idea del derecho de los superiores a dar muerte a los que estorban, sean
inferiores o no, se deduce fácilmente de la supresión de Dios.
Tenemos que pensar que un hombre,
quienquiera que sea, es un accidente, ni más ni menos que una piedra o un
insecto. Su existencia se justifica por su función. Si no sirve, ¿para qué se
le va a mantener?
Puf, ¿Qué queréis
que os diga? Peligro. A continuación voy a transcribir unas frases que después
diré cuando y donde se publicaron.
Si la
integridad física del individuo es siempre sagrada, no es suficiente para darle
una participación en la vida pública nacional.
La condición
política del individuo sólo se justifica en cuanto cumple una función dentro de
la vida nacional.
Sólo estarán
exentos de tal deber los impedidos.
Pero los
parásitos, los zánganos, los que aspiran a vivir como convidados a costa del
esfuerzo de los demás, no merecerán la menor consideración del Estado nuevo.
¿Suena parecido? Esas frases, entre otras muchas,
fueron publicadas en el diario F.E., Madrid, el 7 de diciembre de 1933; las
iniciales corresponden a Falange Española; corresponden a sus “Puntos iniciales” y son el segundo de
los párrafos del punto 7, titulado “El individuo”. Hay más similitudes,
pero aquí lo dejo. Los pecadillos de juventud pueden quedarse en eso y
olvidarse con la distancia y sensatez de que suele adquirirse con los años, o
volverse poso amargo que, de vez en cuando, cuando bajamos la guardia y nos traiciona
el subconsciente, sale a la luz.
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