VIDA Y MILAGROS DE PATRICIO SOUSA (Capítulo IV)
VIDA Y MILAGROS DE PATRICIO SOUSA
Capítulo IV. Primer año en
Porto.
En
esas ocupaciones pasaron los meses, el otoño, luego el invierno y la primavera
y llegó, otra vez, sin sorpresas, el verano. En todo el año Patricio había
crecido, sino en altura, sí en perímetro, habilidad contable y oratoria; ya se
atrevía a intervenir brevemente en los debates del grupúsculo del cafetín y sus
palabras eran acogidas con un cierto grado de respeto por sus contertulios, que
incluso en algunas (contadas) ocasiones las incorporaban a sus discursos.
Asombrada tenía a la familia por su evolución dicharachera e incluso el
contable, hombre de edad provecta, le animó a que ampliase estudios para poder,
en un no muy largo plazo, sustituirle con éxito. Hablolo Patricio con su primo
y a éste le pareció excelente la idea, ya que así tenía garantizado el repuesto
a un coste más que razonable (condiciones laborales inmejorables para él, ya
que eran las del inicio del contrato).
Matriculose
en una academia particular, ya que su horario laboral no le permitía asistir a las
clases oficiales regladas, para recibir formación en lo que entonces (y en
Portugal) llamábase Comercio, formación que consistía en perfeccionar los
artificios contables, llevar de forma cabal los libros de cuentas, el debe y el
haber, los intereses de préstamos, negociado de letras, balances, arqueos,
inventarios, algo de legislación sobre el tema y, en fin, todos aquellos
conocimientos para el buen desarrollo de un negocio. Sin ser brillante no se le
daban mal a nuestro héroe esos asuntos, por lo que en apenas un par de años,
tras realizar los exámenes oportunos en la escuela universitaria oficial que los
portugueses para aquel fin tenían, logró el ansiado título, recibiendo las
felicitaciones de toda su familia, su animoso grupo de correligionarios y, por
supuesto, del contable (ya próximo a la jubilación).
Había
un asunto que traía a mal traer a Patricio era el del mujerío. Todos sus
parientes de edad similar a la suya estaban ya casados o, al menos, ennoviados;
lo mismo ocurría con los compañeros de tertulia política y algunos otros
conocidos hechos merced a su trabajo contable en el negocio de ultramarinos de
su primo Joao (hasta ahora no habíamos conocido su nombre). Hemos aquí de
aclarar que el comercio de Joao no se limitaba a una clásica tienda de venta de
alimentación y otros cachivaches, sino que comprendía la definición extensiva
de la palabra, importando productos varios de ultramar, básicamente de las
antiguas colonias portuguesas, e incluso de la Europa continental, sobre todo
de la vecina España, mientras que el grueso de los productos que exportaba lo
constituía el afamado vino de Porto, añadas de especial calidad destinado a las
aristocráticas casas inglesas (palabra que me permito usar para diferenciar las
clases de rancio abolengo de aquellas otras formadas por advenedizos recién
llegados por mor de méritos abstrusos: cantantes, comediantes, escritores y
personajes de esa ralea que más bien se daban al güisqui y otras bebidas
similares).
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