REFLEXIONES DESDE EL AISLAMIENTO 2.



Estos días tengo un poco abandonado este blog. Debe ser cosa de esta reclusión a que nos vemos obligados por causa del virus. No sé por qué parece que hay una relación inversa entre la cantidad de tiempo disponible y la cantidad de actividades que eres capaz de hacer. El autosecuestro nos da todo el tiempo del mundo para estar en casa y dedicarnos a las actividades que más nos apetezcan y, sin embargo, parece que hay una especie de parón de las actividades cotidianas, un cambio en las rutinas diarias. Leo menos. Y eso también me lo han dicho otras personas con las que tengo contacto (virtual, por supuesto).

No entiendo muy bien a qué se debe eso. Sera la anomalía existencial. Lo rara que resulta esta situación. Porqué por falta de tiempo no es. Tiempo hay más que nunca. No salgo. Llevo desde el día trece de marzo sin salir de “casa”. Bien es cierto que soy un privilegiado en ese sentido. Por muchas razones. Lo más importante es que no estoy solo. Mi mujer, parte de mi familia, mis perros forman parte del día a día. Vivimos en una casa con unos mil quinientos metros cuadrados de parcela. Puedo salir al prado. Pasear. Tomar el sol. Estar al aire libre todo el tiempo que quiera. Además de las actividades domésticas habituales que, entre otras cosas, incluyen leer, escribir, escuchar música, ver películas, series y documentales en televisión, charlas con los allegados vía telefónica, guasapear, recibir los mil y un mensajes que estos días nos bombardean. Incluso contestar y reenviar algunos de ellos. Pero es diferente. No sé. No es lo mismo. La sensación es distinta.

Y no tengo ninguna sensación de catástrofe. No soy pesimista con el tema vírico que nos envuelve. Es más, creo que hay una histeria colectiva algo excesiva. Morirán personas. Cierto es. Pero todos los días mueren personas por enfermedades, hambrunas, guerras, delincuencia, accidentes. Mueren cientos de miles, millones, de personas todos los días. Y muchas de esas muertes son evitables. No quiero poner datos de los muertos de malaria, de hambre, de asesinatos (legales o no), de las mil y una causas por las que todos los días se renueva el zoológico humano con nacimientos y fallecimientos. Así es la vida. Y así debe ser (en realidad de esto no estoy tan seguro, ¿por qué tiene que ser así?).

El caso es que esta situación de encierro parcial ha trastocado nuestras vidas en mayor o menor medida. Ha roto las rutinas. Ha desmontado algunas certezas. En realidad, ilusas certezas. Nada es inmutable. Nada es para siempre. Todo cambia en un momento dado. En el tránsito que es la vida entre el principio y el final, nadie puede estar seguro de que está todo atado y bien atado. Afortunadamente. Y si lo está, pero para él. Qué aburrimiento si fuese de otra manera. Las sorpresas son la sal que da sabor a esa cantidad de momentos diferentes, recordables, la guinda de la, al fin y a la postre, aburrida tarta de merengue (o del desagradable montón de mierda) que constituye nuestra existencia. La tercera opción es alternacia irregular de merengue y detritus que suele constituir una vida “normal”.

Total, que estoy todo el día ocupado, tengo mil y una cosas que hacer, pero no son las mismas. No por nada. No porque quiera. No sé. Puto virus. Hoy no llueve, ¡porco governo!, que diría un italiano. Pues eso. A aguantar no sé cuántos días más con esta nueva rutina, aunque confieso que, cuando esta anómala situación se termine, deseo que no nos haya hecho cambiar demasiado. Que volvamos a salir con los amigos. A tomar mil y una botellas de sidra. A ir a comer a un restaurante. A pasear y disfrutar de otros paisajes. A recorrer la parte del mundo que nos apetezca a cada uno. A conservar esa especie de solidaridad que parece que se está redescubriendo. O recordando. O, simplemente, dándose cuenta que no somos islas en medio de un océano. ¡Tamos rodeaos!. Y, para los que no lo sabían, no olvidar que, como nos recordó el recientemente fallecido Cuerda, todos somos contingentes. Me atrevo a añadir que ninguno es necesario.

Y toda esta historia mientras disfruto de la increíble música del grupo Triana. Si no lo conocéis, darle al youtube o a cualquier otro reproductor y disfrutad. Bueno, si no os gustan sus maravillosas canciones (para mí lo son) siempre podéis cambiar a otra actividad, aunque me atrevo a pronosticar que para los nuevos será un agradable descubrimiento. Para los ya iniciados un disfrute de la memoria.


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