VIDA Y MILAGROS DE PATRICIO SOUSA Capítulo IX.


VIDA Y MILAGROS DE PATRICIO SOUSA

Capítulo IX. Reflexiones y noticias varias.

            Pasado el trámite de las urnas, enemigos irreconciliables se vuelven amigos del alma, furiosos debatidores tórnanse pacíficos y templados oradores y, salvo acuerdos realmente imposibles, aun los ayuntamientos en ayuntamientos (y aun en instancias superiores) contra natura “por el bien” del pueblo se bendicen, siendo capaces de acordar por unanimidad y con escaso debate sus subidas de sueldos, los capítulos de gastos de representación, sus dietas, sus viajes, sus prebendas varias, extensos calendarios vacacionales, sus complementos por puestín, presidencia, secretaría, canonjía, vocalía, etc. etc., todo ello a poder ser en las primeras sesiones, antes de entrar en temas de menor enjundia, como el estado de los servicios públicos, de la enseñanza y bibliotecas, de la seguridad, del urbanismo, de las mejoras en las redes de luz, agua y saneamiento, del bienestar ciudadano, la cultura, y de mil y un temas que los distraigan de su finalidad última: perpetuarse ellos y sus partidos en el poder, además de, en lo posible, mejorar su situación social y, por ende, económica. ¡Qué pocos se salvan del acatamiento borreguil a las directrices de los que de verdad mandan!, ¡Cuán ayunos estamos de verdaderos servidores públicos entre la clase política!, ¡Qué falta de personas lúcidas preocupadas por servir al pueblo y no servirse de él!, pero bueno, ese no es un mal exclusivo de nuestra querida Porto, ni siquiera del amado Portugal, no hay más que mirar a la vecina España y a otros países allende los pirineos y la mar oceana.

            A pesar del paréntesis político, no se había olvidado Patricio de su carencia de pareja, más ahora cuando creía, con buen tino, que la presencia de una señora de Sousa le daría un mayor prestigio y mayor proyección en su carrera pública. No había descuidado el tema, menos aún debido a las frecuentes invitaciones que su colega contable Afonso (recordemos que ese era su nombre) le hacía a comidas, cenas y eventos varios en los que siempre estaba presente su sobrina Celeste que, al parecer, había pasado a formar parte permanente de su núcleo familiar. No es que nuestro buen Patricio hubiese caído de la burra sobre las ocultas intenciones de Afonso y señora, es que estaba todavía muy verde en picardías de ese tipo, pero no le desagradaba la moza: era prudente en el hablar y el vestir; a tenor de los platillos con que en ocasiones le obsequiaba, sabía cocinar; sin ser una venus era físicamente agradable, incluso lucía dos poderosas razones defensivas en las que los ojos de Patricio se sumergían desde los acantilados de los escotes estivales.

            Así que pasados los ardores de la campaña electoral, dio Patricio en pensar que podría, discretamente, preguntarle a Afonso si aquella su sobrina podría estar interesada en mantener una relación más seria con él, incluso con una futurible opción de boda, a lo que el taimado Afonso contestó presto (y ladino) que miraría que podría hacer en ese tema.

            Por lo que se refiere a su trabajo como edil, dado que a pesar de ir en quinto lugar en la lista, su experiencia política era menguada y carecía de dobleces notables, decidieron en el partido darle una concejalía de orden menor, haciéndole responsable del buen funcionamiento de las mareas, su riguroso cumplimiento horario y las alturas diarias de bajamar y pleamar, más que nada para tenerlo ocupado, justificar un jugoso sueldo (solo liberado al cincuenta por ciento cobraba el mes más de lo que su buen primo le pagaba en un semestre), justificando tal dedicación con la excusa de que ese tipo de información era vital para facilitar la entrada y salida de los buques que regularmente al puerto arribaban. Nunca lo hicieran, como más adelante descubrieron sus colegas en el gobierno de la ciudad.

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