CAMILLERI. GADDA
Hace unos días, por precisar, unas semanas, terminé de
leer la última de mis adquisiciones de Andrea
Camilleri, Km 123. La encontré en
el escaparate de Aldebarán, mi librería de referencia en Oviedo, unos días
antes del comienzo del encierro de los idus de marzo. Para los curiosos del
santoral, ese día la iglesia católica celebra a: San César, mártir, San Clemente María Hofbauer, San Longinos soldado,
Santa Lucrecia de Córdoba, Santa Luisa de Marillac, San Menigno, San Raimundo
de Fitero, San Sisebuto, Santa Vicenta de Coria, San Zacarías. Beato Adalberto
Balicki, Beato Artémides Zatti, Beato Guillermo Hart, Beato Pío Conde. Solo por hacer un comentario sobre los
celebrados, siempre me llamó la atención la canonización de Longinos, el
centurión que, según la tradición católica, atravesó el corazón de Jesús con su
lanza; curiosa forma de alcanzar la santidad.
Interludio
pedagógico. No sé muy bien porqué en los textos no especializados, e incluso en
algunos especializados, en letreros de retrasmisiones deportivas, u otras, la
letra k de kilo, cuando se refiere a unidades se escribe en mayúscula (por
ejemplo, Km para kilómetro: 1000 metros). Es incorrecto. El sistema
internacional de unidades indica que el multiplicador por mil debe indicarse
con k minúscula: km es la forma adecuada.
Vuelvo
a mi querido Camilleri (recientemente
pasado a mejor vida). Empezada la novela y terminada. De un tirón (poco mérito,
son apenas 200 páginas con tipos de letra grande y un agradable espaciado). No
es de la serie del comisario Montalbano, es algo más ligera. Echaré de menos
esperar una nueva obra.
En las
últimas páginas del libro el editor ha tenido a bien transcribir una
conferencia que Camilleri impartió en un congreso de escritores celebrado en Roma
en 2003. En ella hace un repaso personal de sus ideas sobre el género negro (romanzo giallo, novela amarilla, en
Italia). Entre otras obras cita como padre del renacimiento del género italiano
en 1957 a Carlo Emilio Gadda y su
novela El zafarrancho aquel de vía
Merulana. Inmediatamente me vino a la memoria. Yo tenía ese libro y no lo
había leído. Antes de que la neurona activada se desactivase, busqué y lo
encontré a la primera (tuve que ponerme inmediatamente una medalla: es toda una
hazaña hacer eso en el orden anárquico de distribución de libros en mi casa,
amén del de las distintas colecciones que por ella pululan).
Así
que en el encierro lo empecé y ayer llegué a la última página. No puedo decir
que lo leí entero. No creo que nadie, jamás, lo haya leído entero, quiero
decir, todas y cada una de las palabras que contiene. De hecho, el editor
incluye un epílogo en forma de nota a la traducción, en la que comenta que el
original está escrito en italiano “vulgar” y algunas libertades que se han
tomado en la traducción. Las excesivamente pormenorizadas descripciones de
lugares, situaciones y personajes con que Gadda
llena páginas y páginas (en mi ejemplar casi 300 de letra menuda y apretada,
sin apenas diálogos) hace que la velocidad de lectura sea bajísima y que en varias
ocasiones haya caído en la tentación de saltarme algunos párrafos parcialmente.
Lenta y difícil lectura, pero interesante. Para tardes lluviosas de otoño-invierno.
Comentarios
Publicar un comentario