CÁNDIDO





Hace unos días terminé de releer Cándido o el optimismo (leído hace ya tantos años que casi me resultó nuevo) un muy “divertido” ensayo novelado de Voltaire, seudónimo de François-Marie Arouet (Paris, 20/02/1694-30/05/1778). Voltaire es, quizás, uno de los personajes más representativos de la Ilustración francesa, un savant en la época en la que vivió, a pesar de alguna que otra clamorosa metedura de pata (pensaba, por ejemplo, que los fósiles que se encuentran en la cima de montañas eran restos de conchas dejadas allí por viajeros que las habían tirado) y su exacerbado odio a las religiones en general (aunque partidario a ultranza de la tolerancia religiosa) y a los judíos en particular, puesto de manifiesto en sus opiniones sobre ellos; solo por citar una (extraída de la Wikipedia):

«¿Por qué los judíos no habrían sido antropófagos? Habría sido la única cosa que hubiera faltado al pueblo de Dios para ser el más abominable de la Tierra».

Supongo que a los nazis (y a algún que otro energúmeno posterior) les parecería un autor de culto. Aunque lindezas parecidas las soltaba, sin ningún problema, sobre los cristianos o los mahometanos. Autor prolífico de un buen número de obras de temas variados: ensayos, historia, teatro, poesía, … Descreído total, incluso sobre la bondad del género humano, fue por lo que escribió Cándido, como ataque a las teorías de Leibniz que decía que todo ocurría para llegar al mejor de los fines.

La obra trata de toda la serie de penurias que le ocurren a Cándido, discípulo de un filósofo (Pangloss, remedo de Leibniz)) convencido de la bondad del ser humano y de que, pase lo que pase, todo será para bien. Transcribo el diálogo final entre un todavía empecinado Pangloss y un ya quemado Cándido:

-Todo tiene relación en el mejor de los mundos posibles: porque si no os hubiesen expulsado del castillo por amor a la señorita Cunegunda, si no hubieseis sido entregado a la Inquisición, si no hubieseis atravesado América andando, si no hubieseis dado una gran estocada al barón y si no hubieseis perdido todos vuestros carneros de aquella buena tierra de Eldorado, no estaríais comiendo ahora mermelada de cidra y pistachos.
-Muy bien dicho -contestó Cándido-, pero lo importante es cultivar nuestra huerta.
Pues, en los extraños tiempos que nos está tocando vivir, me parece una muy sabia reflexión.


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