CHARLES VAN DOREN (Y 3)

            Para ir terminando con la Breve historia del saber, una miscelánea de algunas cosas que hoy en día, ahora, están entre las cuestiones sobre las que deberíamos dar alguna que otra vuelta en nuestras cabezas.

Empiezo con unas reflexiones sobre el mal llamado cambio climático. Confieso tener una cierta obsesión sobre ese tema. De hecho, ya he escrito un par de veces sobre él (véanse, si os apetece, entradas anteriores), pero no llevo con paciencia que tanto “divulgador”, “experto”, “defensor a ultranza” de la Tierra y sus habitantes o, simplemente, periodista, siga utilizando ese término tan equívoco sobre lo que es el CALENTAMIENTO GLOBAL, pues de eso se trata. Un ciclo de calentamiento que empezó hace unos 15.000 años y que, ciertamente, se ha acelerado en los últimos 200 años por influencia humana (diversos factores que, principalmente se resumen en 2: la quema de combustibles fósiles y el aumento exponencial de la población, aunque ambas opciones podrían simplificarse aún más: el consumo desorbitado de energía).

Vamos con van Doren.

Hace solo doscientos años, la raza humana era, en general, un buen vecino en la comunidad de la Tierra.

Pero lo que sucedía era que no había suficientes seres humanos en la Tierra para que su conducta comportase demasiados problemas. En particular, no habían aprendido todavía a quemar y utilizar de diversos modos combustibles fósiles en enormes cantidades para hacer así que sus vidas fueran mejores, pues creían que así sería. Aunque el hombre solo constituye un 0.25 por ciento de la biomasa total de la Tierra, probablemente es responsable del 99 por ciento de la contaminación.

Una breve interrupción. Creo que le da demasiada importancia a la carga humana en la contaminación. De la inmensa mayoría sí somos responsables. Pero un 99% es demasiado. Los animales de sangre caliente en general contaminamos simplemente viviendo (respiramos, procesamos alimentos, etc.); procesos geológicos, como las erupciones volcánicas, ponen también su granito de arena; el simple hecho de la subida de temperaturas en los últimos miles de años provoca una mayor evaporación de agua (su vapor contribuye al efecto invernadero, es decir es un proceso que se retroalimenta), lo que provoca el deshielo parcial de zonas de tundra que emiten metano, etc. Vuelvo con van Doren.

Los humanos todavía serán uno de los principales quebraderos de cabeza de la Tierra en 2100. Pero nuestras perspectivas más allá de esa fecha no son muy buenas si no cambiamos. Por ello, porque sigo creyendo que somos animales racionales, creo que cambiaremos.

Será difícil hacerlo. Miles de millones de personas codician los lujos –costosos en término de energía y recursos- que en los países avanzados hemos aprendido a disfrutar y de los que no podemos imaginar desprendernos.

Toques de atención, como el que vivimos ahora mismo, quizás sirvan para que, de verdad de verdad, tranquilamente ahora que tenemos tiempo, reflexionemos sobre nuestro modo de vida y el orden mundial.

Termino con una última reflexión de van Doren. Me gustaría que, con la cabeza bien fría, le diésemos todos unas cuantas vueltas. Pensando sin pasión alguna quienes forman esa oligarquía, quienes afirman “ser los mejores”, quienes realmente nos gobiernan y si quienes creen gobernarnos lo hacen para mejorar a los ciudadanos o priorizan los intereses partidarios. No sé. Compleja situación. Lo que pasa es que no se ven alternativas razonables.

La mayor amenaza a la democracia no procede del totalitarismo de derechas o de izquierdas, que ha sido sonora y, creo, permanentemente desacreditado en el siglo XX. En vez de ello, esta amenaza procede del enemigo más antiguo de la democracia, que es la oligarquía, el gobierno de unos pocos, que afirman ser los mejores, sobre la mayoría.

Evidentemente van Doren escribió antes del renacer de populismos tipo Trump y otros de su ralea. Por lo demás, amén.