BILL BRYSON. UNA BREVE HISTORIA DE CASI TODO. I



Tengo varios libros “de cabecera”. Llamo así a a quellos a los que recurro de vez en cuando. Aquellos de los que leo, de manera ordenada o desordenada, unas cuantas páginas, lo dejo o continúo unos días con él. Tengo marcado por donde avanzo, la última página leída, aunque en ocasiones no sigo, sino que vuelvo a capítulos anteriores (sin desmarcar el límite alcanzado). Es decir, un leer anárquico, en acordeón, un sube y baja por el libro. Son varios y de temáticas diferentes: poesía, novela, divulgación, comic (aquí lo específico: Todo Mafalda, de Quino), etc.

¿A qué viene esto? se preguntará alguno. Pues a que voy a dedicar unas entradas a uno de ellos. Ya lo hice con Charles van Doren y su Breve historia del saber (que entra en la categoría antes mencionada). Ahora empiezo la serie dedicada a Bill Bryson y su Una breve historia de casi todo.

            En primer lugar, es necesario aclarar que van Doren habla en su libro de muchas cosas (evolución de la cultura, del pensamiento e ideas, de historia, etc.), mientras que Bryson se centra en la evolución de la Tierra y de la vida; en ese sentido es un libro mucho más dedicado en una parte de la ciencia (geología en un sentido amplio, biología y antropología) y la evolución del conocimiento en esos campos. Es más “científico” en un sentido estricto. Por ello su título es más equívoco que el de van Doren.

            No estaría mal que mucho “ecologista a la violeta” se diese una vuelta por los muy interesantes capítulos de este libro. Por cierto, qué gran hallazgo esa expresión de José Cadalso en su librito (por la extensión) “Eruditos a la violeta”, al que quiero dedicar una entrada en otra ocasión.

Bueno, vamos con el bueno de Bryson. Un párrafo que, desde mi (de)formación geológica, me parece muy interesante.

Resulta difícil imaginarlo hoy, pero la geología conmocionó al siglo xix -lo obsesionó positivamente- como no lo había hecho antes ninguna ciencia ni volvería a hacerlo. En 1839, cuando Roderick Murchison publicó The Silurian System [El sistema silúrico], un grueso y pesado estudio de un tipo de roca denominado grauwaka, fue un éxito en ventas instantáneo; se agotaron enseguida cuatro ediciones, aunque costaba ocho guineas el ejemplar y, como estaba escrito en verdadero estilo huttoniano, era ilegible. (Hasta un partidario de Murchison9 llegaría a admitir que tenía «una carencia absoluta de atractivo literario».) Y cuando el gran Charles Lyell hizo un viaje a Estados Unidos en 1841, para dar una serie de conferencias en Boston, consiguió audiencias de tres mil personas que llenaron el Instituto Lowell para oír sus tranquilizadoras descripciones de zeolitas marinas y perturbaciones sísmicas en la Campania.

Hoy en día casi nadie sabe ni qué es ni a qué se dedica la Geología. Recuerdo que cuando yo empecé la carrera, allá por los albores de los años 70, un día que estaba esperando el tren en la estación de Candás para llegar a Oviedo, se me acercó un cura de una parroquia vecina, que me conocía del pueblo, y me preguntó qué estaba estudiando; cuando se lo dije, su segunda cuestión fue: ¿y eso qué es y para qué vale? Anécdotas de ese calibre conozco varias, desde colegas transmutados a “teólogos” en documentos oficiales, a la divertida asignación que en la antigua mili hicieron a un querido amigo que cuando llegó al cuartel y le preguntaron su origen y estudios dijo: “asturiano, geólogo”, resumieron, “ah, minero”; por lo menos el tiro no iba muy errado. Pues ahora las cosas han mejorado muy poco en ese sentido.

Vuelvo a Bryson. Ahora vamos con algunos datos sobre la vida en la Tierra y su evolución/persistencia.

…hay otra característica de la vida en la Tierra estrechamente relacionada: que se extingue. Con absoluta regularidad. Las especies, por mucho que se esfuercen en organizarse y pervivir, se desintegran y mueren con notable regularidad. Y cuanto mayor es su complejidad más deprisa parecen extinguirse. Quizás ésta sea una de las razones de que una parte tan grande de la vida no
sea demasiado ambiciosa.

Es un hecho curioso que en las especies de la Tierra la muerte sea, en el sentido más literal, una forma de vida. Nadie sabe cuántas especies de organismos han existido desde que la vida se inició. Una cifra que suele mencionarse es la de 30.000 millones, pero se ha llegado a hablar de hasta cuatro billones. 3 Sea cual sea el total verdadero, el 99,90 % de todas las especies que han vivido alguna vez ya no está con nosotros. «En una primera aproximación -como le gusta decir a David Raup, de la Universidad de Chicago-, todas las especies están extintas.» 14 Para los organismos complejos, la duración media de la vida de una especie es de sólo unos cuatro millones de años…15 Aproximadamente donde nosotros estamos ahora.

Con esa inquietante última frase, aquí lo dejo por hoy. Aclaro que los numeritos que aparecen en algunas frases son referencias bibliográficas (por si alguien quiere ampliar lecturas) de artículos o libros científicos, no opiniones de chicha y nabo de “enterados ala violeta”.

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