¿Más listos que un albaricoquero?

 

¿Más listos que un albaricoquero?

El pasado domingo 9 de agosto, en el suplemento de “Ideas” del diario “El País” Stefano Mancuso, botánico, neurobiólogo, firmaba un ensayo con el título “Más listos que un albaricoquero” (título que, con unos añadidos interrogantes, he fagocitado). En él elucubraba sobre la inteligencia de los seres vivos y sobre qué característica de la misma nos hacía a nosotros, los humanos, dotados de una inteligencia superior. No entraré en honduras sobre ese tema, pero sí propongo unas reflexiones sobre parte del artículo.

Afirma el autor que la vida media de las especies antes de su extinción es de unos 5 millones de años; considera que sapiens apareció hace 300.000 años (0,3 millones de años, número algo alto según las crónicas, pero aceptaremos pulpo como animal de compañía) y que, por tanto, si sapiens se extingue antes de 4,7 millones de años (para los anuméricos: 5 de esperanza - 0,3 ya usados) eso demostraría “que un cerebro más desarrollado no es una ventaja respecto a otras especies” (sic). Hasta ahí su tesis.

            No he sabido hacer a san google la pregunta adecuada para que me confirmase el dato sobre la duración de las especies, así que daremos por bueno lo de los 5 millones de años. Pero, ¿Qué ocurre con homo? Si aceptamos a homo habilis – homo rudolfensis como nuestro primer antecesor, apareció hace ya 2,5 millones de años; en ese tiempo han desfilado por el escenario ¡19 especies! de homo, 18 de ellas hoy extintas (solo quedamos homo sapiens), así que parece que eso de la duración de 5 millones por especie empieza a no encajarnos muy bien. Los primeros prehomínidos (australopitecos) aparecieron hace ¡5 millones de años!, uf, que miedo, si los de los 5 millones de vida media fuese verdad aplicado al género, estaríamos muy cerquita de la extinción.

            Termina sus disgresiones con una reflexión sobre el aumento de la población humana. Ante la pregunta ¿cómo sobreviviremos en 2050 cuando seamos 10.000 millones de habitantes en el planeta? me dejó también un pelín perplejo. Es optimista, dice que en esa época seremos 3.000 millones más de cerebros pensantes y que eso es “un enorme recurso” (sic) y que el problema “es dejar a esos 3.000 millones libertad para pensar” y que gracias a ello “las ventajas que obtendremos serán mucho mayores que los relativamente pocos recursos que las sostendrán” (sic) Ole, ole y ole. Todos sabemos que todos y cada uno de los algo más de 7.000 millones de humanos que poblamos el planeta dedicamos horas y horas de nuestra existencia a pensar sobre temas trascendentales, sobre la alimentación, el calentamiento global, el desarrollo tecnológico, el desarrollo agrícola, etc. Por eso ahora, con nuestro supracerebro colectivo, resolvemos en un instante problemas que inicialmente parecen irresolubles. No diré yo que no sea posible que de entre los 3.000 millones de nuevas bocas que alimentar, no surjan algunas a las que se les pueda ocurrir algo brillante en alguno de los campos problemáticos, pero yo sí veo un gravísimo problema en ese incremento salvaje de la población, causa primera de alguno de los males que ahora padecemos.

Nada, que Stefano es un optimista. Claro, es botánico y, creo yo, confunde la sabiduría y paciencia de los vegetales con el animalismo general y el especial despropósito vital de los autodenominados sapiens.

Termino con unas reflexiones finales. A raíz de darle vueltas a todo lo anterior y a sus comentarios sobre la inteligencia y el desarrollo humano, repensé el asunto de qué descubrimiento, invento o característica nos hizo desarrollarnos como especie y nos hace más “inteligentes”. Cierto es que la rueda supuso un gran avance tecnológico, pero, para mí, hay dos aspectos que están por encima y nos diferencian claramente del resto de especies vivas (animales y vegetales). Uno es nuestra capacidad de comunicarnos, no solo mediante el habla, sino también mediante la escritura y las distintas formas de presentación, preservación y transmisión de nuestros conocimientos, del desarrollo, de la historia, de la memoria colectiva; eso no lo tiene ninguna otra especie. La otra es el dominio y la gestión del fuego. Creo que todos somos conscientes de lo que eso significa; si no es así, pues hala, a darle unas vueltas que esto son solo ideas, no verdades inmutables.

 

 

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