GÉNESIS
GÉNESIS
La
nave exploradora ZγØ37 llevaba viajando por el espacio casi 8 unidades de
tiempo/luz con sus dos únicos ocupantes, A3α135 y E3α068 en animación
suspendida, una especie de coma inducido, con alimentación y drenaje
automáticos y un sistema de sensores y electrodos que emitían pequeñas
descargas periódicas para mantener los músculos activos. A3α1 (por abreviar,
pronúnciese Adán)) era ingeniero, geólogo, piloto y chico para todo. E3α
(también por abreviar, pronúnciese Eva) era bióloga, química, piloto y chica
para todo. Ambos pertenecían al cuerpo de exploradores espaciales de su planeta
y, junto con varios cientos de voluntarios más, habían sido encargados por el
Consejo Científico de explorar el Universo próximo, enviándolos hacia los planetas
potencialmente habitables que estuvieran en un radio de 10 unidades de
tiempo/luz. Su viejo planeta ya no tenía capacidad para seguir alimentando a su
cada vez más abundante población y todos los intentos por controlarla habían
sido infructuosos, así que necesitaban nuevos mundos que colonizar. Un viaje
que todos sabían solo de ida y de expectativas dudosas.
Cuando
el ordenador cuántico de la nave detectó el planeta destino, “despertó” con
tiempo suficiente a los pasajeros e hizo todos los ajustes necesarios para
descender hasta la superficie del planeta, en un área en la que las condiciones
de seguridad fueran razonables, fundamentalmente que la temperatura, humedad y
calidad del aire fueran adecuadas; todas ellas parecían darse en un área al sur
de un extenso continente, cerca de una gran zona de humedales, con una
abundante presencia de vida autóctona,
lo que era imprescindible para establecer los oportunos contactos con la o las
inteligencias superiores indígenas (si las hubiera).
A3α1 y
E3α no tuvieron ningún problema, tras un breve periodo de adaptación, en recuperar
sus constantes vitales. En poco tiempo se hicieron cargo del control de los
equipos de la nave y, antes de tomar tierra en la zona fijada, sobrevolaron
varias veces el planeta en órbitas sucesivamente cercanas a la superficie.
Confirmaron que el lugar predefinido por el ordenador parecía ser el idóneo, procedieron
a entrar en la atmósfera e hicieron descender la nave en un lugar discreto,
tranquilo, suficientemente alejado de la actividad de seres superiores.
Todos
los análisis del entorno fueron favorables y no se detectó ninguna amenaza
evidente. Por fin pudieron poner los pies en el suelo y se sintieron casi como
si estuvieran en su planeta de origen. Las órdenes que recibieron y su
protocolo de actuación incluían interactuar, en la medida de lo posible y con
normas estrictas de seguridad, con los aborígenes, pero pronto descubrieron que
eso no iba a ser tan sencillo.
Los
animales con mayor capacidad craneal (en principio se les podría suponer una
mayor inteligencia) se dividían principalmente en dos tipos en lo que se
refiere a su modo de trasladarse: bípedos y cuadrúpedos, cada uno de ellos
subdividido a su vez en un amplio número de subtipos. Observando sin ser
observados, al cabo de poco tiempo desecharon a los cuadrúpedos como especie
contactable: parte de ellos pasaban el tiempo paseando y comiendo pacíficamente
hierbas, frutas y hojas, sin apenas comunicación entre ellos, exceptuando
breves e ininteligibles sonidos. Otros eran realmente peligrosos: bien se
pasaban el día dormitando sin hacer otra cosa que ocasionales movimientos, bien
atacaban y mataban a dentelladas y zarpazos a cualquiera de los tipos de pacíficos
herbívoros, con el más que razonable propósito de alimentarse de ellos.
De los
bípedos encontraron también varios subtipos; parte de los cuales fueron
rápidamente descartados: los más pequeños y cubiertos de una densa capa de
pelo, que en ocasiones se desplazaban a cuatro patas, se pasaban el día
chillando, saltando de árbol en árbol, aunque tenían una cierta vida social;
otros similares de aspecto, pero de tamaño mucho mayor, muy fornidos y con unas
relaciones sociales más intensas, moviéndose solo por el suelo, aunque
ocasionalmente agresivos. Había, posiblemente emparentado con los dos tipos
anteriores, un tercer grupo; éste era de tamaño intermedio, siempre erguidos,
vivían agrupados y habían desarrollado unas ciertas habilidades manuales que
les permitían utilizar herramientas básicas (palos, piedras, huesos) y dejar
signos simples (marcas de manos, rayas entrecruzadas, etc.) en sus lugares de
descanso y, lo que era más importante, comunicarse entre ellos mediante un
lenguaje primitivo, sencillo, formado por gestos, señas y sonidos guturales que
les permitía interactuar y organizarse de manera coordinada.
A3α1 y
E3α decidieron dejarse ver por este último tipo de aborígenes; el grupo estaba
formado por una colectividad de 32 individuos: 20 adultos y 12 crías de
diferentes edades; de los adultos 8 eran machos y 12 hembras, siendo una de
ellas la que parecía tomar las decisiones que afectaban al colectivo; los
machos y hembras más jóvenes se dedicaban a recolectar frutas, raíces y otras plantas,
así como recoger carroña, restos de animales muertos normalmente de algún
individuo de los cuadrúpedos pacíficos y, ocasionalmente, daban caza a los más
pequeños ejemplares de cualquiera de las otras especies; los adultos mayores
cuidaban de las crías, se aprovisionaban de agua y mantenían el campamento,
además de tratar de mantener alejadas a las bestias más peligrosas. Todos los
adultos portaban una especie de armas, consistentes en largas ramas con uno de
los extremos afilados y otros con gruesas ramas o lascas de piedra a modo de
porras, que utilizaban para defenderse de los ataques de los cuadrúpedos
agresivos.
El primer
contacto visual fue curioso, inquietante, sobre todo para los indígenas; A3α1 y
E3α se habían acostumbrado a ver los cuerpos, oscuros, negros, bastante
peludos, de los miembros de la tribu, pero ellos eran bastante diferentes:
pelones, uno rosado y la otra negra, pero enfundados en monos verdes/marrones
de camuflaje. Ambos grupos se quedaron mirándose en la distancia, tranquilos y
expectantes los exploradores, temerosos e inquietos los nativos; con unos pocos
gestos y vocablos aprendidos A3α1 y E3α consiguieron tranquilizarlos en parte y
hacer que la distancia que los separaba fuese menguando, hasta que la hembra
dirigente se atrevió a tocarlos; poco a poco todos los demás hicieron lo mismo
y los dejaron, podría decirse que los invitaron, a acercarse a su campamento.
A3α1 y
E3α regresaron a la nave y enviaron a su planeta de origen las coordenadas y
las óptimas características del planeta recién explorado. Después se miraron, sabían
que pasarían cientos, quizás miles, de años hasta que las primeras naves de su
planeta llegasen con sus cargamentos de colonizadores, si es que alguna vez
llegaban; reflexionaron sobre su inmediato futuro y volvieron a darle otro
vistazo a los adultos de la especie amigable, y se decidieron.
Génesis. Libro primero de la Biblia.
6:2 que viendo los hijos
de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo
entre todas.
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