TRANSBORDO EN MOSCÚ. EDUARDO MENDOZA
De ser cierta la noticia que tengo metida en mi cabeza,
no sé si cierta o soñada, de que éste es el último libro de Mendoza, mi
particular tristeza aumenta unos cuantos grados. Desde que lo probé con El misterio de la cripta embrujada, siguiendo
por El laberinto de las aceitunas, La
verdad del caso Savolta, La ciudad de los prodigios, Sin noticias de Gurb, El
tocador de señoras, y otras más (no
sigo por no ser pesado) ha sido uno de mis cocineros de cabecera, con platos de
muy diferentes características, pero todos ellos de excelente factura. Espero
que solo sea una falsa noticia y nos deleite con algún platillo más.
Como siempre transcribo unas pocas de sus frases de entre
las que más me llamaron especialmente la atención (por una u otra causa). La
primera la pone en boca de un aristócrata inglés. La segunda y la tercera son
unas duras reflexiones sobre el tipo de sociedad en la que estamos inmersos (y
que en gran parte comparto). La cuarta y última, puesta como está en boca de
una vieja, achacosa y moribunda abadesa, es una humorada blasfema y exquisita.
Buen provecho.
…las clases altas tenemos
orgullo, pero no vanidad; la vanidad es para la gente de medio pelo.
Para
la riqueza no hay límite, pero el que no tiene nada ya no puede ser más
pobre…Si desaparece la clase media es porque se lo merece. Es una clase
despreciable, si es que puede considerarse una clase. Jamás ha actuado como
tal. Es un grupo individualista, egoísta y cobarde. Desprecia al proletariado y
se burla de su vulgaridad, porque se cree refinado, cuando es solo una parodia
de los ricos…Fue creada por la clase dominante cuando el pueblo se puso
farruco: pórtate bien, trabaja duro y pasarás de ser un desgraciado a un
desgraciado de clase media. La clase media se creó para que consumiera lo que
fabricaba la clase obrera y votara a los conservadores.
El
hombre es un simio que se ha complicado la vida innecesariamente. Un chimpancé
oye un trueno y corre a refugiarse de la lluvia. Un hombre primitivo oye el
mismo trueno, lo identifica con la voz de un dios implacable y corre a
sacrificar al vecino para apaciguarlo. De ahí salen la religión, la filosofía y
el arte.
Nuestro
señor Jesucristo redimió al mundo de los pecados con su sufrimiento. Pero, en
mi delirio, a veces pienso que habría sido mejor que nos hubiera dejados los
pecados y se hubiera llevado el sufrimiento.
Comentarios
Publicar un comentario