CLUB DE ESCRITURA

 

Esta primavera pasada me apunté a un taller de escritura. Ya sabéis que la ociosidad es la madre de todos los vicios y el germen de la sublimación de nuestras debilidades. Admitido en el taller, empezamos a mediados de marzo, hora y media en miércoles alternos, y, entre otras cosas, la profesora nos encarga ejercicios para la sesión siguiente. Aquí recopilo alguno de los por mi realizados.

A

Vamos allá. Ayer, miércoles 22 de marzo, primer día del taller de escritura (después de la confusión de anteayer). Estábamos en una sala de la biblioteca de villa Magdalena la profesora, Ángeles Carbajal, y seis alumnos (como siempre en este tipo de actividades más mujeres que hombres, cuatro a dos, casi lo mismo que en mi club de lectura, siete a dos). Después de una introducción al tema escribidor y toda una serie de buenos consejos de cómo afrontarlo, nos propuso deberes para la semana que viene: pensar en alguna palabra que sea importante para nosotros y desarrollar el porqué; para ello empezar por orden alfabético, que es un orden tan lógico, o no, como cualquier otro. Ah, nos leyó unos poemas de Miguel D’Ors, sencillos y excelentes. Pues hala, al tajo.

Quizás debería empezar por la palabra que más me afecta. Es ansiedad en su acepción de impaciencia. La impaciencia por terminar rápido cualquier actividad, porque los kilómetros pasen rápido para llegar al destino, sea cual sea, lo que te impide el disfrute del viaje y que el pie apriete el acelerador un poco más de lo necesario. Cuando a esos ataques de ansiedad se unen la angustia y el miedo es cuando realmente lo pasas mal, cuando no te relajas, por no tener la capacidad de aplacar los miedos tan rápido como quisieras. Malos ratos gratuitos y, lo peor, casi siempre injustificados, desarreglos inconscientes. Aunque, claro, para superarlos a corto plazo, se han inventado un montón de salutíferos productos químicos.

Para ayudar viene otra palabra: aceptación.  Poder admitir que hay algo que no te funciona bien del todo, pero también que eres capaz de superarlo, tú sólo o con alguna ayuda de tu entorno, de un profesional, de la química. Hermosa palabra: ayuda, para mí, para ti, para los demás. Y eso hace que casi todo el día de casi todos los días sean normales.

Sólo entonces llega la alegría. Ésta es, para mí, la mejor de las palabras, la única que nos aproxima a la felicidad, la que nos puede llenar de alborozo, de satisfacción y júbilo por lo bien hecho o lo logrado, o por el entorno, la que nos pone contentos viendo un cielo estrellado o el vuelo anárquico de una golondrina (bueno, no tan anárquico y si no que se lo digan a los insectos que va atrapando en su carrera), la que nos colma de placer y gozo en compañía de la persona amada, de los amigos, incluso de los desconocidos con los que en ocasiones, sin hablar, sin siquiera una mirada, sabes que estás compartiendo un momento de paz y regocijo.

Buf, releo esto el lunes y casi me sube el azúcar, pero así lo dejo, ni lo toco.


PONER LOS OJOS EN BLANCO

El sentido clásico de la expresión (María Moliner dixit) se aplica a aquellos que muestran admiración o devoción exageradas, aunque también podrían indicar, según otras fuentes, asombro o desacuerdo desmesurados.

Parece claro que para poder hacerlo se necesitarían unos músculos oculares potentes y flexibles, capaces de voltear de tal manera los susodichos ojos. También es cierto que los ataques epilépticos hacen que el atacado sea capaz de tan brava hazaña, pero, evidentemente, es una disfunción propia de esa enfermedad.

Quien pone los ojos en blanco también puede deberse a que muestra el contenido de sus pensamientos, ideas o conocimientos, la vacuidad de su interior, la falta de circunvalaciones cerebrales y, por ende, la lisura de su masa encefálica. Aunque, en contrapunto a esto, pueden ser personas capaces de ver dentro de ellas y disfrutar del sincronismo de las funciones vitales, del automatismo del corazón, de la respiración, etc., etc. Bichos raros al fin y a la postre.

Otra opción que se me ocurre es la acción realizada por aquellas personas que quieran, en un momento dado, dejar de ver la realidad, hacer “ojos sordos” al entorno que las rodea y, para ello, hacen uso de la característica anatómica citada en el párrafo segundo, en lugar de acudir al simple hecho de cerrar los ojos, lo que viene a demostrar o bien presunción de su destreza o simple estulticia al escoger el recurso más complejo.

Tengo para mí que también puede ser un rasgo primitivo, heredado de nuestra etapa reptiliana, lo que nos llevaría a concluir que quienes ejercen esa habilidad no han alcanzado una etapa de desarrollo evolutivo alta.

Por último, y aunque no doy un ápice de credibilidad a la tontuna esa tan de moda de que la vida en la Tierra haya venido del espacio, los crédulos de tamaña sinrazón podrían pensar que es un rasgo atávico de nuestros antepasados alienígenas (ja, ja, ja).


PALABRAS

 El ejercicio propuesto por la profe fue redefinir una palabra existente e inventar una nueva y definirla. Estas fueron mis propuestas

PALABRA REAL

Como la sesión es hoy, 14 de abril, he escogido república: 1ª: Forma de gobierno posiblemente preferida por antañosos plantígrados regicidas. 2ª: Nota musical que ofrece sexo por dinero mientras suena.

Sin acento sería republica: 1ª: Actividad perniciosa de algunas editoriales para acabar con masas arbóreas consistente en editar una y otra vez libros de más de 500 páginas cuyo fin preferente es adornar paredes ayunas de otra decoración. 2ª: Organización del estado propugnada por el FLAN (Frente de Liberación Aragonés Nacionalista).

PALABRAS INVENTADAS

Atapurcio:  Firloyo conformado con una abrazadera toroidal que se usa para enlazar emisiones cosmogónicas en ambientes hipoabisales mantélicos.

Firloyo: Intrumento para materiales de formas y tamaños indefinidos que sirve, o no, para actividades impremeditadas o inútiles.


LA REALIDAD

            ¿La realidad? ¿Qué realidad? ¿La realidad de qué? ¿La realidad de quién? ¿La realidad para quién? ¿La realidad dónde? ¿La realidad cuándo? ¿La realidad “real” o la realidad inventada? Realmente, ¿existe la realidad? Quizá sea sólo la apreciación personal del entorno en un momento dado, en unas circunstancias dadas, o tras la ingesta de ciertas sustancias, o en un estado de ensoñación, o de adormecimiento de determinados sentidos o de agudización de otros.

Definitivamente la realidad como verdad absoluta y objetiva no existe, solamente es una creencia subjetiva momentánea inducida por un sinfín de factores de los que, posiblemente, el más importante sea el espectador, actor o no, del momento y el lugar.

Tomemos un real rebaño de ovejas pastando en un prado. El pastor ve al grupo que cuidar y que es su sustento. El carnicero, carne para vender. El chacinero, tripas para embutir. El horticultor, un depredador de su cosecha. El carnívoro, comida. El fabricante de mantas, mantas. El fabricante de jerséis, jerséis. El peletero, chalecos y zamarras. El camionero, carga que transportar. Eel zapatero, tafilete fino. El fabricante de sopicaldos, huesos que moler. El matarife, trabajo. El insomne una oportunidad de dormir.

Pero, ¿qué pasa cuando a una oveja sólo la ven otras ovejas? Pues entonces es una más en el rebaño, otra con la que competir por la comida y el espacio. Ni siquiera saben ellas que es una oveja. Ni ella sabe que es una oveja. Ni donde está, ni qué hora es. Ni existe otra realidad que sus funciones más básicas. Y si esa oveja está sola en un lugar ignoto y no la ve nunca nadie, ¿existe en realidad? ¿Existe una realidad para las cosas que nadie puede percibir?

La reflexión es que la realidad, mejor las realidades, son únicamente las percepciones en cada momento de cada ser que tenga un mínimo de consciencia.


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