ÁTOMOS
ÁTOMOS
No
hace mucho leí que nuestra existencia como seres vivos era mucho más corta que
nuestra no existencia. La frase no era exactamente así. Tenía una connotación
más bien religiosa, es decir que nuestro cuerpo terrenal no dura nada al lado
de nuestra alma inmortal. Esto debería ser muy evidente para los creyentes de cualquier
religión que predique la existencia de un más allá a donde van sus almas
después del tránsito terrenal.
Yo prefiero el significado de esa reflexión tal como
aparece enunciado en la primera frase. Creo recordar que los animales terrestres
más longevos son las tortugas, con unos 200 años. En el mar algunos tipos de
ballenas podrían rebasar los 500 años y también hay algunos otros que podrían
incluso llegar a 1000. Mención aparte merecen otros seres vivos, como los
árboles; algunos individuos de las especies más resistentes alcanzan también
los 1000 años y creo recordar que el árbol vivo más antiguo rebasa los 5000
años y, así y todo, su existencia como ser vivo será insignificante al lado de
su no existencia como tal.
Estos pensamientos, venidos de esas
frases iniciales, son los que me hicieron reflexionar y darles unas vueltas en
mi cabeza. Trataré de plasmar el hilo de ideas que me sugirieron.
Todo
está formado por átomos, por la combinación de los mismos formando moléculas más
o menos complejas. Las estrellas, los planetas, las rocas, el agua, el aire,
todas las partes de universo sin vida, inorgánicas, es una ordenada o caótica
combinación de átomos regida por toda una serie de leyes físicas.
Cuando de la combinación ordenada de distintas moléculas
orgánicas e inorgánicas resulta una célula “viva”, ésta es resultado del azar y
de determinadas condiciones que pueden, o no, mantenerse en el tiempo. Si las
condiciones perduran, la nueva célula puede perdurar e, incluso, pueden
formarse otras similares, que podrían interactuar entre sí, dando como
resultado individuos más complejos.
Pero, por muy complejos que puedan llegar a ser, sólo
estarán constituidos por átomos afortunadamente combinados, que tendrán una “vida”
más larga o corta, pero qué en determinado momento, por el cambio de las
condiciones del entorno o por el agotamiento de la energía que mantiene la
estructura unida, el conjunto se disgregará en moléculas más simples o en los
átomos primigenios.
Es el
ciclo de todo lo que existe. Hasta las estructuras más resistentes se acaban. Los soles se apagan. La roca más dura se
deshace y el ser vivo más longevo muere. Sólo quedan los átomos.
Hace
unos 13500 millones de años (Ma) cuando se formó el universo, toda la materia
que ahora lo compone estaba contenida en un único punto. Esto es lo que indican
las teorías científicas y las leyes físicas. En unos pocos Ma los átomos
iniciales más simples, de hidrógeno, formaron las primeras moléculas y fueron
apareciendo el resto de elementos como en helio, sodio, potásico, hierro,
oxígeno, etc., etc. hasta conformar la composición actual del universo
conocido. Así que puede afirmarse que los átomos por los que estamos formados
han existido durante miles de millones de años.
Nuestro
planeta, Tierra, tiene una edad de unos 4500 Ma. Incluso Tierra ha existido
mucho menos tiempo del que no ha existido y, aunque dure otros 5000 Ma más (es
lo que se prevé que tardará nuestro sol en agotar su energía, transformarse en
una supernova y “romper” toda la “macromolécula” de planetas, satélites y demás que constituye
su actual sistema) el universo seguirá.
La
vida en la Tierra surgió hace unos 3500 Ma. A nivel bacteriano. Moléculas sencillas
que conocemos gracias al registro fósil. Los estromatolitos. Edificios calcáreos
construidos por bacterias que, como especie, todavía perviven en algunas zonas
del planeta. Los fósiles, los seres vivos, más antiguos. Pero, aunque podamos
considerarlos así, su existencia tiene “sólo” 3500 Ma. Han existido muchísimo
menos tiempo del que no lo han hecho.
Ahora
voy a por nosotros. El más que afortunado conjunto de átomos y moléculas
orgánicas e inorgánicas, de células, bacterias, minerales, aminoácidos, agua, proteínas,
virus, en fin, todo lo que constituye nuestro cuerpo. Cuando se acaba nuestra
vida, todos nuestros átomos, combinados de una manera u otra, pasan a otros
seres vivos o entran en otros sistemas, como el agua, el aire, las rocas. Pero,
¿qué pasa con todo lo que hemos visto, tocado, gustado, oído, con todo lo que
hemos sentido? ¿con todo lo que hemos vivido?
No hay
un disco duro ni ningún otro sistema de almacenamiento en el que se guarden
nuestros recuerdos, nuestras experiencias, nuestras “vivencias”. No me refiero
a libros, registros de imágenes o de voz, me refiero a nuestros sentimientos.
TODOS
ESOS MOMENTOS SE PERDERÁN COMO LÁGRIMAS EN LA LLUVIA, maravillosa última frase del
replicante Nexus 6 (Roy Batty, interpretado por Rutger Hauer) en la película
Blade Runner.
Ya sé
que no son estas reflexiones nada originales. Gustavo Adolfo Bécquer nos dejó
ya la misma pregunta sobre el final de los sentimientos hace más de 150 años,
aunque expresada más bellamente
Los suspiros son aire y van al aire.
Las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer, cuando el amor se olvida,
¿sabes tú adónde va?
Y hace
casi 400 años, Francisco de Quevedo y Villegas propuso otra poética solución a
la muerte y a lo vivido.
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo
serán, mas polvo enamorado.
Bueno,
aunque no deje de ser una idea romántica, podemos, parafraseando a Quevedo, consolarnos
diciendo
Serán moléculas, más tendrán sentido,
átomos serán, más
átomos enamorados.
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