SEPARACIÓN DE PODERES

 

SEPARACIÓN DE PODERES

         John Locke, inglés, propuso en 1690 la teoría de la división de poderes, entre un poder ejecutivo, un poder legislativo y un poder federativo, este último encargado de los asuntos exteriores.

 En 1748, el francés Charles Louis de Montesquieu modifica esta parcelación y propone la separación de poderes en la estructura actual, ejecutivo, legislativo y judicial, justificándolo así (sic):

 “Cuando en la misma persona o en el mismo cuerpo de magistrados, la potencia legislativa y la potencia ejecutiva están reunidas, no puede haber libertad; porque se puede temer que el mismo monarca o senado pueda hacer leyes tiránicas, para ejecutarlas tiránicamente.

De nuevo, no hay libertad, si la potencia de juzgar no está separada de la potencia legislativa y de la ejecutiva. Si estuviese unida a la potencia legislativa, el poder sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario; debido a que el juez sería un legislador. Si se uniera a la potencia ejecutiva, el juez podría tener la fuerza de un opresor”.

            En mi opinión, la situación actual, en muchos de los llamados estados democráticos, se ha pervertido respecto a los enunciados anteriores. Un poder legislativo nombra al ejecutivo y baila al son que éste le toca. Tres cuartos de lo mismo ocurre con el poder judicial, nombrado mediante las componendas de los poderes legislativo y ejecutivo. Y así nos luce el pelo. No existe independencia real entre los tres poderes, formándose un batiburrillo de intereses, canonjías y clientelismo que alejan la JUSTICIA, así, con mayúsculas de las leyes, éstas muchas veces creadas a imagen y semejanza de intereses particulares.

            Y ahora es cuando quiero negar la mayor. El PODER, en un verdadero estado democrático, reside en el pueblo. Sus representantes elegidos son servidores públicos y deben legislar, única y exclusivamente, en interés del pueblo, por tanto, no son un poder, sino administradores del poder popular, servidores del pueblo. Lo mismo ocurre con la acción ejecutiva, son servidores públicos que tienen que llevar a cabo la ejecución de las normas emanadas de los legisladores.

Los jueces son también servidores públicos, no constituyen ningún poder; su única misión es velar por la correcta aplicación de las leyes y castigar, de acuerdo a ellas, a los ciudadanos que las incumplen, a todos, independientemente de su estatus, sin ninguna prebenda por razón de su cargo. Ya está bien de aforamientos y privilegios para ninguna de las personas que ocupen uno de esos servicios públicos.

Otra de las deficiencias que existen en muchos de los países denominados democráticos es el método de elección de los representantes del pueblo a cualquiera de los niveles. Los partidos políticos han pervertido en muchos casos la democracia. Las listas cerradas nos obligan a votar a verdaderos mastuerzos, algunos verdaderamente iletrados criados a las ubres del partido, siendo ese su único mérito. Y no queda otra (excepto no votar) que tragarse a esos sapos una vez incluidos en esas listas, cuando, si se votase a personas, algunos de los candidatos no lograrían ni los votos de sus familiares.

Esta perversión hace que las democracias sean realmente partidocracias en el sentido más estricto. Por supuesto que deben existir los partidos. Por supuesto que la gente puede agruparse de acuerdo con sus afinidades, pero yo quiero elegir directamente a mi representante en el parlamento, en la presidencia, en los órganos de gestión de la administración del estado, ejecutivo, legislativo y judicial. Y quiero que mi representante vote sujeto a los intereses de sus representados, no a los del partido político al que pertenezca, como ocurre realmente ahora. Quiero elegir como representante a la persona que considere más idónea de los posibles, no al figurón que suele ir de número uno en la lista. Por eso no les interesa tener listas abiertas.

Mientras no ocurra eso seguiremos asistiendo a los lamentables espectáculos que nos ofrecen, día a día, tantos politiquillos ocupados en sus miserias, tanto analfabeto, tanto mal gestor, tantos populistas engañando al pueblo desinformando con discursos demagógicos y promesas hechas sólo para incumplirlas o aprobando leyes en contra de lo prometido sólo para saciar su interés personal o la de su grupo de amiguetes.

Tenemos excelentes ejemplos muy próximos. Pero no hace falta cegarnos en las miserias de nuestra lamentable clase política (casi en su totalidad, borregos a las órdenes de un pastor delante del que sólo saben balar). La autodenominada “mayor democracia del mundo”, Estados Unidos de Norteamérica, es un auténtico buen ejemplo de lo que no debe ser la democracia. No existe el voto universal. No se vota al candidato a presidente, sino a representantes en cada estado que, por mayoría absoluta, aunque sea por un voto, dan todos los votos de ese estado a un candidato. Representantes, a todos los niveles, elegidos gracias a las inmensas “donaciones” de las clases más pudientes, jueces del supremo nombrados a dedo ¡de por vida! para que agradezcan con leyes indecentes a quien los nombra, candidatos delincuentes condenados que pueden ser presidentes y autoindultarse, etc. etc. Así que si esa es la mayor democracia mundial, aviados estamos.

Vaya con la separación de poderes. Si Montesquieu levantara la cabeza casi 275 años después, renegaría del uso que se le está dando a su propuesta.


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