CONCHA HERES Y EL DEDO DEL YETI

 

CONCHA HERES Y EL DEDO DEL YETI

            En 1978 la piqueta asesina se unió a la maquinaria sin alma, pero con fuerza destructiva inmensa, y derribaron el palacete de Concha Heres, sito en la calle de Toreno en Oviedo. Concha Heres (María Concepción Heres y Palacios) había nacido en Belmonte de Miranda en 1864, pasando poco después a vivir con su familia a Grado. En 1883 se casó con Manuel Valle, millonario español afincado en Cuba, donde ella fue a residir. Alli era conocida como “la Perla de las Antillas”. Pocos años después su marido falleció y la dejó heredera de su inmensa fortuna. Ella regresó a España a finales del siglo XIX.

El palacete, construido en 1885, fue su vivienda cuando, a principios del siglo XX, fijó su residencia en Oviedo, dedicándose desde entonces al mecenazgo y la filantropía. Suyas fueron mantenimiento de las Escuelas del Bosque, sitas en la actual biblioteca de la Granja, en el parque de San Francisco y un pabellón de la Quinta de Salud Covadonga, en el monte Naranco en Oviedo, entre otras obras y donaciones.

Viviendo en Oviedo, casó con Luis Menéndez de Luarca. Años después trasladaron su residencia a Madrid, donde falleció en junio de 1943, pasando entonces el palacete de Oviedo a poder de sus herederos. Siempre fue conocido en la ciudad como el palacete de Concha Heres y su derribo causó gran indignación en la ciudad, realizándose la felonía, no con nocturnidad, pero sí con alevosía. Una de las últimas cacicadas del tardofranquismo, aunque posteriormente hubo, y sigue habiendo, bastantes.

Aunque la disculpa oficial para tamaño desatino fue el traslado del Banco de España a esa parcela y dejar su anterior ubicación a la sede de la naciente preautonomía, tras posteriores pesquisas he encontrado otra razón para escoger esa ubicación.

En determinados círculos de la ciudad, círculos muy cerrados de personas y personajes del Oviedín del alma, corría el rumor de que en el citado palacete era sede de algún tipo de ente maligno, tipo trasgu o diañu burlón, que manifestaba su presencia mediante gruñidos terroríficos y arañazos como de garras que aparecían en cualquiera de los paramentos de la residencia, preferentemente en la biblioteca y en uno de los salones entonces ornados con todo tipo de objetos curiosos y valiosos.

Ante tales problemas, los propietarios trataron en varias ocasiones de venderlo, incluso a precio casi de saldo. Compradores hubo, pero bastaba que uno de ellos fuese a visitar el edificio para que los horrísonos gruñidos apareciesen, espantando a cuanto pretendiente lo pretendía. Hasta que llegó el estado. Alma poca, precio, tirado y opciones de pillar en la construcción del nuevo Banco de España, muchas. Desde su derribo en 1978 hasta la inauguración del Banco en 1981 y posteriormente, nunca volvieron a aparecer manifestaciones extrañas, más que el tintineo y brillo de las monedas nuevas y el crujir de los olorosos billetes recién impresos.

¿Cuál es entonces la clave? En 1968 uno de los herederos de Concha Heres, científico por más señas, en un viaje por varios centros de investigación de Londres, conoció en uno de ellos una extraña historia relacionada con un supuesto dedo del yeti que allí tenían almacenado. Que si lo había conseguido en 1959 un antropólogo en un monasterio budista del Nepal. Que si, para evitar registros en las aduanas, había viajado en el equipaje de la esposa de un afamado actor de cine, con el que aquel coincidió en la India. En fin, toda una serie de historias exotéricas en las que pocos creían. Amigo como era del profesor que lo acompañaba, urdieron un plan mediante el cual, previo pago de una importante suma, sustituyeron el dedo original por una copia muy bien realizada con un dedo humano.

De esta forma, el supuesto dedo del yeti viajó a Oviedo y fue depositado en una urna, herméticamente cerrada, en el palacete de Concha Heres. Fue entonces cuando empezaron a darse los fenómenos extraños, más leves y espaciados al principio, pero incrementándose y haciéndose más notorios con el tiempo, hasta tal punto que la vida allí se hizo imposible. Fue por ello que los herederos decidieron ponerlo a la venta, con el resultado antes descrito.

¿Qué pasó con el dedo? Os diré que cuando conocí esta historia, a principios del siglo XXI, indagué entre los que algo habían oído del supuesto encantamiento del palacete, pero nadie supo darme noticia fehaciente. Ampliando el círculo de búsqueda, conseguí hablar con alguno de los obreros y empleados que habían participado en el vaciado interior y posterior derribo del edificio y de la construcción del nuevo. Haciendo el cuento corto, di con uno de los trabajadores de una empresa de mudanzas que me dijo que recordaba una caja metálica con un lateral de vidrio, parecida a una caja fuerte del tamaño de una de zapatos, que uno de los responsables del banco de España recogió de una vitrina del salón principal e insistió en llevar él personalmente.

Un obrero de la construcción, encofrador por más señas, me contó que la primera acción que se llevó a cabo en el solar una vez vaciado de escombros, fue la construcción en el centro del que sería después el edificio bancario, de un agujero que se rellenó con un sólido cubo de hormigón armado de 3x3x3 metros cúbicos, en cuyo centro geométrico se dispuso una caja metálica similar a la descrita por el empleado de mudanzas. Según los responsables, sobre ese cubo de hormigón se anclaría la caja fuerte del banco.

Guardias civiles encargados de la vigilancia del banco y que no quieren ser identificados, me han asegurado que algunas noches tranquilas, cuando hacen la ronda por los sótanos del edifico, les parece oír unos leves y lejanos rasguños que ellos siempre han atribuido al trabajo de topos o ratas.

P.E. En la segunda década del año dos mil, se realizaron estudios de ADN sobre el supuesto dedo del yeti conservado en Londres, llegándose a la conclusión de que es un dedo humano. Pues claro. Normal.

 

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