LOS CAMBIOS CLIMÁTICOS
El miércoles 5 de septiembre
pasado leí un excelente artículo (al menos para mí) de Víctor Lafuente
(Profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Gotemburgo) titulado
“Vivimos en Matrix” y publicado en el diario El País; el mismo día, otro
excelente (uno más) de Francisco García Pérez (Profesor de Lengua y Literatura,
escritor, articulista, lector y comentarista de libros) titulado “Opinionitis
crónica” publicado en el diario La Nueva
España.
En el primero se razonaba
sobre la percepción que del mundo tenemos los humanos y, entre otras cosas
decía “Justamente porque todo mejora
vemos problemas por todos lados. La agenda de urgencias sociales rebosa.
Añadimos nuevos retos, como el cambio climático, pero no podemos deshacernos de
quebraderos de cabeza como sanidad, educación...”. Por su parte, en el
segundo se ilustraba con varios ejemplos “El
error de entender que todas las opiniones son respetables”, subtítulo del
artículo y afirmación que yo siempre he defendido.
Suelo leer con una cierta atención
y, generalmente, dedicar un poco de reflexión sobre lo leído, más que nada para
que pose. Confieso que aquí la conclusión me llegó ya dada; leído el segundo de
los citados artículos tenía que escribir sobre algunos hechos científicos, de forma
divulgativa, sobre el cambio climático, para así poder facilitar la opinión con
conocimiento de causa.
No soy un investigador del
tema, aunque sí seguidor del mismo, pero soy geólogo, profesor de Petrología y
Geoquímica (ahora jubiloso) de la Universidad de Oviedo y curioso lector de la
historia de este planeta desde el punto de vista de la Ciencia que ha ocupado
el 70% de mi vida.
Aquí es de justicia
recomendar la lectura del que, en mi opinión, es un excelente libro divulgativo
sobre esa historia, que se titula “Biología de la Tierra. Historia de un
planeta singular”, escrito por el profesor Francisco Anguita, de la Universidad
Complutense de Madrid y del que he extraído buena parte de los datos que aquí
expondré.
El cambio climático. Cuanta
tinta, saliva, tiempo y dinero se ha gastado (y está gastando) sobre el tema
(véase, por ejemplo, este escrito). Defensores y detractores, con opiniones, en
una gran parte, sesgadas, oportunistas, interesadas, demagógicas, alarmistas o
contemporizadoras y, en muchas de esas ocasiones, completamente irrespetables, aunque, en otra equivalente se
viertan conceptos y hechos científicos muchas veces oscurecidos por su
tecnicismo. Creo que desde ese punto de vista científico no hay dudas sobre el
tema, aunque pienso que quizás se está gastando mucha pólvora en salvas, en
Kiotos y Parises, incluso en investigaciones que, aun suponiendo un avance en
el conocimiento, no resolverán de momento el problema. Vamos con las preguntas
básicas.
¿Es cierto que actualmente
la Tierra está experimentando un cambio climático? Sin lugar a dudas SÍ.
¿Se está produciendo un
calentamiento global que traerá importantes consecuencias? En un cierto tiempo (relativamente
corto) SÍ.
¿Somos los humanos responsables
del cambio climático? Con absoluta seguridad NO.
Pero, ¿contribuimos los
humanos al cambio climático? Pues también con absoluta seguridad SÍ.
¿Podemos los humanos impedir
el cambio climático? Con el actual estado del conocimiento, NO, de ninguna manera.
Aunque ¿es posible que
logremos ralentizarlo, aunque sea un poquito? SÍ, con total seguridad, pero sin
venirnos arriba.
Vayamos ahora a desmenuzar,
al menos en parte, algunas de estas cuestiones. Empezando por el cambio
climático, aunque quizás sería más exacto hablar de los cambios climáticos,
puesto que la Tierra en su larga historia, de unos 4500 millones de años, ha
experimentado unos cuantos cambios de este tipo.
Yendo de la actualidad hacia
atrás, en tiempo históricos muy recientes, desde mediados del siglo XIV y con
intensidad hasta mediados del s. XVII, pero con consecuencias hasta mediados
del s. XIX, el hemisferio norte experimentó lo que se ha dado en llamar la
pequeña edad de hielo, unos siglos en los que, solo por poner un ejemplo
próximo, el Ebro se heló parcialmente varias veces.
Esta pequeña edad de hielo
tuvo lugar después de un calentamiento entre los siglos X y XIV, durante el
cual Groenlandia y Terranova se descongelaron parcialmente, dando lugar, otro
ejemplo próximo, a asentamientos vikingos en dichas áreas.
Vamos a retroceder unos
miles de años más, unos 18.000. Toda Europa, hasta, aproximadamente, la mitad
de España estaba cubierta de hielo (hasta 4 km de espesor); hablamos de la
última de las épocas glaciares importantes y a los geólogos no nos cabe la
menor idea de que actualmente estamos en una época postglacial o interglacial,
experimentando el lógico calentamiento.
De manera simplificada puede
decirse que la Tierra ha experimentado 5 grandes glaciaciones, evidentemente
con sus periodos intermedios de calentamiento. La primera conocida es la
denominada Huroniana, que tuvo lugar hace unos 2400 millones de años y duró la
friolera (nunca mejor utilizado el término) de 300 millones de años. Por si
alguno no está al día de la evolución de la vida en el planeta, hay que aclarar
que de aquellos remotos tiempos ya hay constancia de existencia de la misma, al
menos a nivel bacteriano.
La segunda es también
bastante antigua, hace unos 850 millones de años y sólo duro unos 200 millones,
pero en ella la Tierra se convirtió en una bola de hielo, completamente helada
al igual que lo está ahora Europa (una de las lunas de Júpiter); ese hecho, lejos
de acabar con la vida en el planeta, dio lugar a la gran explosión de vida, ya
multicelular, que tuvo lugar en el periodo Cámbrico (a partir de los,
aproximadamente, 540 millones de años).
Más breve en el tiempo fue
la tercera de las glaciaciones, sólo 30 humildes millones de años, entre los
460 y los 430 millones. La cuarta volvió por sus fueros en cuanto a duración,
100 millones de años entre los 350 y los 250. En ambos casos la vida en el
planeta estaba perfectamente desarrollada, aunque, evidentemente, los cambios
en las condiciones de temperatura producían la extinción de especies y la
evolución y aparición de otras. En todas estas glaciaciones y sus posteriores
periodos de calentamiento, nada tuvo que ver el género Homo.
Y, por último, la quinta, la
glaciación cuaternaria, que empezó hace unos 2,5 millones de años y que es la
que aquí y ahora nos ocupa. Nuestro género, en sus primeros balbuceos, ha ido
desarrollándose y evolucionando durante esta glaciación y que, por ser tan
reciente, se puede estudiar con mayor exactitud que las anteriores.
La glaciación cuaternaria
está compuesta por una alternancia de periodos glaciales de unos cuantos miles
de años (hasta unos 100.000) separados por periodos interglaciales también de
duraciones diferentes.
A partir de datos obtenidos
de muestras de hielo, desde hace 800.000 años hasta la actualidad (De Tomruen - Data from ncdc.noaa.gov) y
basándose en su contenido en CO2, pueden establecerse 10 periodos
principales de alternancia enfriamiento/calentamiento. Entre los 800.000 y los
600.000 años tuvieron lugar 3 glaciaciones importantes separadas por dos breves
periodos de calentamiento (de unos 10.000 años cada uno).
Abreviando un poco el tema,
sin merma del rigor, entre los 600.000 y 100.000 años la Tierra, o, mejor dicho
partes importantes de la Tierra, han experimentado 5 etapas de glaciación (de
duraciones variables entre unos 20.000 y 80.000 años) con sus periodos
interglaciares (también de duración variable entre 10.000 y 40.000 años). He de
indicar que en todos los casos estoy redondeando los números para facilitar la
lectura.
La más moderna de las
glaciaciones es la denominada Würm, que empezó hace unos 100.000 años y
terminó, es decir empezó el postglacial actual, hace unos 18.000. Desde
entonces la Tierra está calentándose, ¡¡desde hace 18.000 años!! Es mucho
suponer que las actividades del género Homo, incluyendo la prolífica y
sumamente depredadora especie autodenominada sapiens, cazadores y recolectores
primero, responsables de la extinción de muchas otras especies (aquí toca
recomendar la lectura del libro “De animales a dioses. Una breve historia de la
humanidad” de Yuval Noah Harari), que ya existía durante la última glaciación,
hayan sido capaces de producir tal cambio.
¿Hemos ayudado?, por
supuesto que sí; a partir del siglo XIX, desde la revolución industrial, la
quema de combustibles, fósiles y no fósiles y, SOBRE TODO, con la superpoblación (vamos camino de los
10.000.000.000 –diez mil millones- de habitantes para 2050), de modo que cada
vez necesitamos explotar más recursos para todo, más espacio, más comida, más
caprichos, más, más, más…
Así que, vista la historia,
nosotros no pararemos el cambio climático; los cambios climáticos ocurren a
pesar nuestro, pero si podríamos frenarlo un poquito, sólo un poquito, aunque,
es tan difícil. Una primera acción tendría que conllevar un notable cambio en
los usos y costumbres de lo que llamamos el mundo desarrollado; además
deberíamos convencer a los países que vienen detrás de que nuestra forma de
vida no es envidiable, de que renuncien a los aires acondicionados, a las
calefacciones, al microondas, a los viajes innecesarios, a las industrias
contaminantes, a comer (tanto), a toda esa serie de cosas que les enseñamos por
televisión y cine, a que los bienes materiales no dan la felicidad sino todo lo
contrario, en fin a todas esas cosas malas que en los llamados países ricos
hacemos, pero como decía Hannibal Lecter en “El silencio de los corderos”, “…deseamos lo que vemos”.
Puestos a ello, hay una
solución pelín más drástica, algo traumática, que ya propugnaba el grupo
gallego Siniestro Total hace unos años: en una de sus canciones el estribillo
rezaba así “pueblos del mundo extinguíos,
dejad que continúe la evolución, esterilizad a vuestro hijos, juntos de la mano
hacia la extinción”. Por todo ello ¿pensáis
que un planeta con sólo 10.000.000 –diez millones- o 100, o incluso 1000, de Homo ¿sapiens?
tendría el mismo inquietante problema? Pues eso.
Voy a terminar con una
inquietante reflexión del Profesor Anguita en el libro citado: “Mirando hacia un futuro más lejano, los
datos orbitales de la Tierra hacen pensar que, pase lo que pase con el (actual) invernadero artificial, el actual periodo interglacial debe estar
llegando a su fin, ya que ha durado bastante más de la media, que es de unos
12.000 años. Según estos cálculos, un nuevo periodo glacial nos alcanzará
dentro de un máximo de 4.000 años, quizá mucho antes. Luego la Tierra se sumirá
en un largo invierno de 100.000 años”.
A partir de aquí ya podemos
opinar (y, de paso, ir comprando abrigos, por si se adelantase el frio).
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