TRES PLATOS Y POSTRE

 

TRES PLATOS Y POSTRE

Hoy será un menú especial. ¿Por qué? Pues por incluir tres recomendaciones culinarias (más un postre de regalo) en una única entrada, fruto de mis degustaciones del último mes. Ninguno de los platos llega a las 400 páginas, lo que, hoy en día, es muy de agradecer.

Empezaré, por ser el más suave, por un entrante ligero. Peter Swanson y sus Ocho asesinatos perfectos. Apetitoso platillo para los aficionados al género. Fácil y rápida digestión, sin llegar a llenarte. Contiene todos los sabores clásicos de los clásicos del misterio, incluida la maestra Agatha Christie. Acompañar con cerveza o bourbon.

Tengo ahora mis dudas en el orden de los dos platos fuertes, así que lo dejaré a gusto de cada cual, en función de sus apetitos.

Plato uno (insisto, que no necesariamente primero).  Peter Brown: El mundo de la antigüedad tardía. De Marco Aurelio a Mahoma. Todo un clásico. Evolución de la sociedad en el imperio romano entre los años 150 y 825 d.C. Un riguroso y pormenorizado análisis de los acontecimientos que dieron lugar al fin del paganismo de la Roma y Grecia clásicas, el auge del cristianismo y la aparición del islam, los imperios persa y de oriente y occidente romanos, las invasiones “bárbaras”, la evolución del arte, las costumbres, el gobierno, en fin, todos los ingredientes necesarios para conformar un plato fuerte y potente, digno de paladares acostumbrados a este tipo de guisos. Ambientado, como es lógico, en Europa, próximo oriente y norte de África. Deglución y digestión lentas. Acompáñese con un vino ligero.

Plato dos. Frederic Prokosh: El manuscrito de Missolonghi. Más adelante aclararé como llego este curioso plato a mi mesa. Nunca había degustado nada de este autor, excepto por referencias que se entenderán en el postre. Biografía apócrifa de Lord Byron aderezada de manera magistral por una escritura deliciosamente sabrosa, delicada al paladar, en la que se entremezclan sucedidos, viajes y reflexiones de todo tipo que dejan un regusto agradable, con ganas de más. A modo de ejemplo transcribo unos pocos párrafos.

“Dicen que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, pero, a mi parecer, ocurrió exactamente lo contrario”

“¿Y el orgullo español? Se debe al enervamiento de las grandes tradiciones, combinado con la estúpida importancia que se da a la valentía masculina, cualidad que aquí se admira en gran manera por cuanto la muerte siempre amenaza, ya en forma de navaja, de la cornamenta del toro, o incluso del cólera”

“Los americanos que he conocido son fanfarrones (Frederic es norteamericano) Sí, se comportan como fanfarrones. Y, como sus tradiciones aún son vacilantes, su vanidad se centra por entero en sí mismos. Si un inglés alardea de su país, se le llama patriota. Si alardea de sí mismo, se le llama asno. Un americano alardea de sí mismo, y en vez de ser calificado de asno, se dice de él, según me han informado, que es un “triunfador” y un “personaje dinámico””.

“El triunfo del homo sapines y su única pretensión de gloria es que sólo él, entre todos los animales, se percata de la magnificencia del universo natural.”

“La esclavitud comienza depravando al esclavo, pero termina depravando al amo todavía más…La esclavitud corrompe y la guerra embrutece.”

Sobre alguno de ellos me apetece añadir algunas reflexiones de mi cosecha, pero lo dejaré para mejor ocasión, que si no la comida se hará excesivamente larga e incluso pesada. No se me ocurre mejor bebida para acompañar este plato que un buen champán o cava bien fríos.

Postre. No por ser el último en orden de los platos, el menos importante, De hecho, conozco personas que pueden llegar a sacrificar algún plato intermedio con tal de disfrutar de un final feliz (culinario en este caso). Jorge Ordaz: La mariposa en el mapa. Autor y libro culpables al cien por cien de mi descubrimiento de Prokosh. Andaba yo haciendo inventario de los libros expuestos en el escaparate de mi librería habitual (Aldebarán, en la calle de Valentín Masip en Oviedo) cuando me fijé en el primero de los platos de este menú (Peter Swanson). Entré y lo pedí; la amable Patricia me lo acercó y, mientras me cobraba, me fijé en un montoncito de libros que tenía de oferta en una caja. Allí, arriba del todo, estaba Prokosh. Sin dudarlo un segundo, lo cogí, le dije que era una rareza encontrar este libro (es una edición de hace unos 30 años) y lo añadí a la compra.

La mariposa en el mapa trata, precisamente, de este autor. Es una deliciosa novelita (lo digo por su tamaño y extensión: 13.5x20.5 cm y 202 páginas), último, de momento, fruto de la la cosecha de mi querido Jorge Ordaz. Aquí aparece como postre, pero es un delicioso plato que puede formar parte de cualquiera de las etapas de un menú exigente. Tal como el autor nos dice sobre esta su obra:

Este texto es la historia del reencuentro con un autor que me ha acompañado con intermitencias durante cincuenta años, y cuya vida, personalidad y obra literaria me resultan especialmente fascinantes. Pero no es solo eso. En cierta forma Prokosh también es el pretexto para hablar de escritura y de libros. Del oficio de escritor. Del éxito y del fracaso. De críticas y rechazos. De realidad y ficción. Del azar. De máscaras. Esto es, de vida y literatura.

No puede haber mejor recomendación para degustar este maravilloso postre. Así supe yo de la existencia de Prokosh y por su encuentro he releído alguna de las páginas de Ordaz. Yo lo acompañaría de un licor de guindas o un pacharán fríos (por estar en este apartado del menú; si se opta por pasarlo a un lugar anterior, sírvase con champán o cava, (¡qué demonios!, aunque sea como postre también soporta estas últimas sugerencias bebibles).

SALUD.

 

Comentarios

  1. Gracias, Lope, por "reencontrarme" a través de Prokosch. ¡Y brindemos por él y por nosotros! Yo voy a optar por un rosado pálido, bien frío, al estilo de la Provenza, donde murió el autor de "El manuscrito de Missolonghi".

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