LA CABAÑA EN EL BOSQUE
LA CABAÑA EN EL BOSQUE Era como si la luna nueva luchara por asomarse entre las oscuras nubes de tormenta que preñaban el cielo en una noche desapacible. Sus pálidos intentos no lanzaban más que siniestros abortos de luz que jamás alcanzarían el suelo. Mientras tanto, ella, ajena al exterior, lloraba lagrimas gruesas como tinta de calamar que brotaban, casi sin ganas, de sus ojos azabache y resbalaban por la piel de ébano de su rostro, acariciando las comisuras de sus labios y rodando por el cilindro, ahora ondulado, de su garganta, para perderse por la sima oscura que arrancaba del desfiladero de su torso, apenas velado por las largas guedejas de carbón que ahora formaban sus antes lustrosos cabellos. No sabía cuánto tiempo llevaba allí, encerrada en aquel recinto sin luz alguna, formado por adoquines y sillares de desbastado basalto. Cada cierto tiempo uno de aquellos sillares se movía hacia atrás y, con apenas una sombra de luz mortecina, aparecía una jarra grande, como ...