FRÌO
FRÌO Una casona antigua en un paisaje yermo, vacío, un páramo en el que los vientos, viniesen de donde viniesen, chocaban como queriendo arrancarlo de la llanura sobre la que se aposentaba. La reserva me la habían hecho desde la oficina. Les pedí un lugar tranquilo, lejos de los ruidos de la ciudad, pero cerca de ella. Acertaron de pleno. En coche apenas se tardaban 15 minutos por una carretera recta como la afilada hoja de una navaja de afeitar. Tranquilidad absoluta, excepto por el suave gemir de las hojas de los chopos que abrazaban la que, otrora, hubo de ser casa solariega o pabellón de caza de algún gentilhombre de la ciudad cercana. La luna sacaba vacilantes sombras de las atormentadas ramas de los chopos que, como dedos sarmentosos, señalaban las matas de romero, escobas y cardos de aquel desolado lugar. Dadas las fechas, el otoño agoni...