Bernie. In memorian.
La semana pasada me despedí de mis aventuras con Bernie
Gunther, uno de mis más fieles amigos a lo largo de los últimos años. No
recuerdo como nos conocimos, ni siquiera si alguien nos presentó o fue por puro
azar.
Ha
sido un guía fiel que me ha llevado a lugares y situaciones en las que mi
imaginación no se habría atrevido a entrar sin su compañía. Yo ya había paseado
por la Alemania de entreguerras, pero no por sus cloacas, solo la superficie
más festiva; Bernie me condujo por el Berlín enloquecido de los años 30 del
pasado siglo; me hizo ver la ascensión del nazismo desde otro punto de vista.
Más
tarde, sufrí con él pasajes horrorosos de la segunda gran guerra, dulcificados
en parte por su negro humor y su cinismo irreverente. Nuestros paseos por
Praga, Zagreb, nuestro viaje a tierras americanas una vez concluida la contienda,
tantos lugares, tantas aventuras.
Después
la vuelta a casa, a la vieja Europa. La Riviera francesa y, por fin, la vuelta
a Alemania, a la Alemania occidental de los años 50 del siglo XX, donde ocultos
jerarcas del anterior régimen, con la aquiescencia de las potencias, reconstruyen
el liderazgo, esta vez económico, de la Europa de los años venideros, no al
Berlín de sus amores, ahora traumáticamente dividido por los caprichos de los vencedores, sino a la pacata Múnich.
Bernie
Gunther, devenido en esos tiempos en guardia de mortuorio, ascendido a
detective de siniestros en una compañía de seguros. Pero con la misma mala
leche existencial. Nos fuimos a Grecia, la Grecia monárquica, y tuvimos que
bregar con policías postnazis y con nazis de verdad, de pata negra,
reconvertidos en abogados de prestigio o miembros destacados la nueva Alemania.
Siempre, mejor en muchas ocasiones, con alguna mujer fatal por el medio.
Nunca
más volveremos a conocer nuevos lugares; no tendremos más nuevas aventuras. Tú,
supongo, seguirás con tu vida de investigador de siniestros para toda la
eternidad. Yo te echaré de menos y, de tarde en tarde, reviviré alguna de
nuestras vivencias sabiendo que ya no habrá otras.
Descanse
en paz Philip Kerr (Edimburgo, 1956 – Londres, 2018)
Tengo pendiente la lectura de "El otro lado del silencio", en la que sale W. Somerset Maugham, otro gran escritor que, como Kerr, por ser muy popular no fue valorado por la crítica "seria" como se merece.
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