LOS CANARIOS

Casi todos los días salía a dar un paseo por el barrio, paseo con alguna que otra obligación, como pasar por el quiosco a recoger el diario, comprar el pan o alguna otra vitualla, amén de las accidentales necesidades de alguna cosilla para las reparaciones y chapuzas caseras, que solían resolverse en la ferretería, el bazar o algún establecimiento próximo. Los paseos-compra se alargaban o acortaban en función del estado meteorológico, pero nunca se demoraban ni menos de una hora ni más allá de dos. Tiempo que era suficiente para entablar breves conversaciones con conocidos o saludados, para darle un peripatético vistazo a los titulares de la portada y contraportada del diario, un repaso a los escaparates de la librería para vigilar la llegada de alguna novedad comprable o visitar, cuando era menester, la oficina bancaria (pocas veces) o su cajero ...